lunes, 27 de abril de 2015

Salud: cómo influye el contacto inicial y sostenido entre la madre y su bebé, por Oscar Di Siervi (*)

La organización del niño es inconcebible sin el contacto inicial y sostenido con la madre.

No está habilitado siquiera para sobrevivir por sus propios medios.

Al recién nacido le resulta imposible sobrevivir sin la asistencia total de la madre que lo toma en sus brazos, lo alimenta y lo asiste en todas sus necesidades.

Durante el embarazo, la mamá suple con sus funciones vitales las de su bebe aún no nacido: respira, come.

Ya nacido, el bebé desarrolla estas aptitudes gracias a la acción de la madre que compensa sus carencias mediante la conformación de una relación complementaria, una díada.

En relación con la lactancia materna, sus beneficios son ampliamente reconocidos en términos del impacto en la salud del binomio madre-hijo. Las características de la leche materna, tanto nutritivas como inmunológicas y preventivas, no constituyen hoy motivo de controversia.

Desde el punto de vista de la construcción del vínculo inicial con su madre, el recién nacido recibe información de su madre que lo contiene física y afectuosamente. El sentimiento de logro que la mamá puede experimentar al descubrir que realmente ella tiene algo con lo cual es capaz de conformar a su bebé, encuentra su versión más acabada durante el amamantamiento.

El bebé succiona según un patrón más o menos regular de esfuerzos y pausas. Las pausas sirven al bebé de descanso y recuperación así como de oportunidad para procesar información proveniente de su madre. La pausa genera en ella la necesidad de estimular al bebé para que vuelva a succionar.

Las mamás suelen mirar a sus bebés, hablarles y mecerles durante la puesta al pecho, convirtiendo el instante de la alimentación en un momento ideal para construir y reforzar el vínculo inicial.

La organización sensorial del bebé en el contacto precoz con su mamá le permite establecer un vínculo basado en la sensación de contención física que le proporciona el ser abrazado.

La capacidad del recién nacido de ver y oír ya se manifiesta en la sala de partos. Como lo recuerdan Brazelton y Cramer, los sentidos del bebé están aptos especialmente para ese contacto cercano. Una resolución visual de treinta centímetros resulta suficiente.

El susurro de una voz próxima le permite organizarse para atravesar la transición fuera del vientre materno. La contención física es el regreso a la seguridad del vientre materno. Una de las funciones maternas en la lista que propusiera D.W. Winnicott es la del sostenimiento (holding).

El hecho de sostenerlo de manera apropiada constituye un factor básico del cuidado. Cualquier falla provoca en el niño una intensa angustia, una sensación de caída, desintegración. Sostenerlo en forma adecuada sin duda guarda íntima relación con la función de sostén en un sentido mucho más amplio, y que tiene que ver con la compensación de la carencias del recién nacido por parte de la madre, en un periodo donde el bebé es absolutamente dependiente.

Sostenerlo en forma adecuada es crear las condiciones para que esté realmente contenido en un espacio físico, en el cual los brazos constituyan un nido que lo soporte en flexión de sus miembros con la cabeza contenida, a su vez para evitar la brusca extensión o deflexión que genere un reflejo de alerta innecesario.

El contacto piel a piel aparece como un modelo de interacción física donde las funciones del olfato, el oído, el tacto permiten al recién nacido recibir y procesar información vital dentro de esa relación complementaria que mencionáramos anteriormente como díada.

Experiencias clínicas con bebés prematuros y sus madres demostraron que variables fisiológicas, como la temperatura corporal, la frecuencia cardíaca, y la oxigenación durante el contacto piel a piel, se mantenían dentro de límites seguros de normalidad.

¿Cómo saber si el vínculo fue bien establecido? El medio natural por el cual se genera, organiza y mantiene la vida del humano es la trama familiar. El bebé no solamente procesa información como lo expresáramos previamente. También emite señales inequívocas a sus madre: "¡Lo estás haciendo bien!" pareciera decir cuando es sostenido en forma adecuada, cuando es consolado en forma adecuada en ocasión de un episodio de llanto, cuando es alimentado.

Cada vez que la mamá hace algo, suscita una respuesta por parte del bebé, y la madre siente que su competencia ha sido confirmada. Los padres necesitan las respuestas del bebé como una confirmación de la idoneidad de sus cuidados. La conducta del bebé es la mejor guía con que cuentan los padres en cada nuevo refuerzo.

La experiencia de la consulta con el médico pediatra muestra que logros como el buen aumento de peso, afianzan la lactancia en la madre que amamanta regularmente, refuerzan las pautas alimentarias en aquella mamá que por diversas razones no puede amamantar, transformando el instante de la consulta en un festejo sostenido, fruto del refuerzo positivo que reciben los padres de parte del bebé.

El llanto de un bebé recién nacido es motivo frecuente de consulta, es causa de inquietud y angustia. El estado de indefensión en el que nace el recién nacido, necesita asegurarse mediante una genuina demanda aquello que le permita estar atado a su madre y de esta manera garantizar su supervivencia. Es correcto pensar entonces que el llanto sirve para el logro de ese fin.

Una madre de devoción habitual, o corriente, seducida por su bebé acude al llamado del llanto. Se interroga, se angustia y ensaya soluciones posibles. Enfrenta a un sinnúmero de villanos responsables: los cólicos, el hambre, su condición de inexperta, la calidad defectuosa de su leche.

Con solo tomar a su bebé entre sus brazos en forma adecuada y mecerle comprobara en un alto número de veces que el llanto cesa cuando el bebé toma contacto con ella. La puesta al pecho también resulta eficaz y no sólo por la provisión de alimento, sino por la posibilidad que ofrece de contacto íntimo y estrecho

El profesional médico tiene ahí una misión. La de acompañar, la de reforzar y sostener el ejercicio de la maternidad sin interferir. Debe ofrecer herramientas para que pueda entender al llanto como una demanda genuina del bebé. Sin duda, pueden existir situaciones que merezcan una consulta si el problema del llanto no cede. Pero estas ocasiones son infrecuentes.

Si se debe acudir al llamado inmediato del bebé también es un motivo frecuente de consulta.

Yo enfrento habitualmente a la madre con su pregunta y le interrogo acerca de sus deseos.

Compruebo una vez más que las mamás conocen interiormente la respuesta. Ellas desean acudir a la brevedad y acercar un rápido alivio y consuelo a sus bebés. Sin lugar a dudas, esta es la postura correcta conforme a lo que mencionáramos previamente de la situación de necesidad de los bebés pequeños.

Creo que en numerosas ocasiones los médicos tenemos la posibilidad de ayudar a las madres a descubrir las respuestas, que naturalmente ellas guardan en su interior sin inducirles a asumir para sí actitudes lejanas a sus deseos.

(*) El columnista es médico (MN 68944) y jefe del servicio de Neonatología de la Fundación Hospitalaria, Cramer 4601 (CABA), teléfono: (011) 4704-2300.

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