"Mitre fue un mal poeta, pero fue poeta. Fue un mal dramaturgo, pero fue dramaturgo. Fue un mal novelista, pero escribió en prosa. Fue un mal soldado y peor general, pero fue soldado y general. Fue un mal presidente de la Nación, pero fue presidente. Fue un mal historiador, pero fundó la historia oficial y escribió las biografías de José de San Martín y Manuel Belgrano. Fue un mal periodista, pero fundó el diario La Nación. Fue un mal traductor de La Divina Comedia, pero fue el primer argentino que tradujo a Dante Alighieri. Pocos hombres han hecho tantas cosas en tan poco tiempo. Por eso lo admiro, y mi admiración es, además, mayor causa de odio".
A Hernán Brienza, a quien pertenece el párrafo citado, lo admiro y, por cierto, no lo odio. Aunque pueda disentir con su forma de ver la historia en blanco y negro, como la ilustración de la portada del libro Valientes. Crónicas de coraje y patriotismo en la Argentina del siglo XIX, en la que sólo rompe la monotonía el rojo de la sangre.
Enrolado en la corriente ideológica que lideran en los medios Felipe Pigna o Pacho O'Donnell, Brienza supera a todos sus colegas porque posee una pluma brillante, que atrapa y produce -antes que odio- envidia. Se nota que hay allí un cuentista, un novelista de potencial descomunal.
Los textos breves y espectaculares deslumbran por la urgencia del periodista, que une el relato vibrante a la belleza de un artesano de la palabra.
A diferencia de Brienza, no podría decir que odio a Mitre, Rosas o cualquier otro prócer. Diría que me gustan más unos que otros. Que ninguno de ellos fue bueno o malo. Fueron hombres, con defectos y errores. Como Brienza, como yo.
Si bien debo admitir que él, además de escribir con maestría, posee la virtud de jugarse el pellejo como los valientes que protagonizan el volumen que editó Marea: Martina Chapanay, Antonio "El Gaucho" Rivero, Juana Azurduy y Manuel Padilla, Gerónimo Costa, Francisco "Pancho" Ramírez y La Delfina, Ciríaco Cuitiño, El cacique Arbolito y Federico Rauch, Martín Miguel de Güemes y Martiniano Chilavert. O el mismo Mitre.
Una crítica: el epílogo, para mi gusto, debería ser el prólogo...
Un libro para que disfruten los que aman la historia (más allá de los prejuicios y los bandos ideológicos), o quienes tengan ganas de leer deliciosas y cautivantes narraciones.
lunes, 27 de diciembre de 2010
Libro: Con crónicas de singular belleza, Hernán Brienza rinde homenaje a los Valientes del siglo XIX
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