Al igual que el primer disco -Lillith-, el sello neoyorquino Irazú Records apadrinó el lanzamiento.
No parece casual. La música que crea y ejecuta Pía Hernández podría pertenecer a un destacado artista oriundo de Manhattan, Chicago o Boston.
Puede ser un prejuicio, y lo es.
A menudo, olvidamos que Astor Piazzolla, Lalo Schifrin, Daniel Barenboim, Martha Argerich, Dino Saluzzi u Oscar Alemán, por mencionar algunos casos notorios, surgieron en la Argentina.
Nacida en Ushuaia, Tierra del Fuego, y formada en academias y escenarios porteños, su jazz posee proyección internacional. Y no existe machismo o cualquier preconcepto que pueda interponerse en el camino.
Para grabar Relicario en Estudio Doctor F, Pía Hernández (piano) se rodeó de grandes intérpretes como Valentín Garvie (trompeta), Pablo Moser (saxo tenor), Ignacio Szulga (contrabajo) y Federico Isasti (batería).
Agustín Silberleib estuvo a cargo de las consolas, mientras Florencio Justo se ocupó de la mezcla y el master.
El arte de tapa corresponde al saxofonista Hery Paz, uno de los cofundadores de Irazú Records.
Con generosidad, Pía Hernández (foto de la derecha) ofrece sus 8 composiciones para lucimiento de cada intérprete. En ese contexto, las improvisaciones se tornan vibrantes.
No se trata de una pianista acompañada por cuatro músicos. Es un quinteto de lujo el que interpreta cada tema de Relicario.
Con artistas como Pía Hernández, el jazz argentino se luce con esta mujer empoderada y en espléndido crecimiento.
Aquí, no hubo techo de cristal que se resista. Sucede que esta pianista y compositora no tiene techo.
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