Después de ganar la Copa FIFA en 1986, la selección argentina tuvo una desafortunada perfomance en los mundiales siguientes.
En 1990, con un equipo diezmado -literalmente porque su 10, Diego Maradona, jugó en una pierna-, tuvo la suerte de llegar a la final y perder frente a Alemania, merced a un penal mal cobrado. En realidad, ese equipo no merecía avanzar tanto: era una caricatura del team que el mismo Carlos Bilardo había dirigido cuatro años antes.
En el 94, los 23 argentinos se fueron con la cabeza gacha y la vergüenza de que a Maradona le hubieran detectado la ingesta de sustancias prohibidas para la práctica del fútbol profesional. Más allá de la eterna impresión (paranoide) de que hubo un boicot contra el máximo astro del balompié criollo, él mismo admitió lo que el control antidoping demostró. Fue un bochorno, como el torneo, mundial.
El resto de los compañeros de Maradona no pudo soportar la presión de jugar sin su liderazgo, y terminó afuera de Estados Unidos. No se les puede reprochar nada -era un combo brillante, de estrellas, firme aspirante al título-, pero ante los ojos del mundo quedó la imagen de un escarnio maradoniano, genial, desmesurado, del cual no se podía volver. Y que nos salpicó a todos, aunque haya sido una tontería, producto de malas compañías.
De Francia '98, nos quedó aquella postal de Ariel Ortega (a) Orteguita dándole un cabeza al arquero de Holanda en cuartos de final. Un equipo mediocre, con mucha disciplina (a lo Daniel Passarella), que nunca dio espectáculo o entusiasmó a los hinchas. Apenas, algún triunfo memorable, como frente a Brasil, de visitante, en la previa al Mundial con gol de Claudio "Piojo" López.
En 2002, desembarcó en Corea-Japón el conjunto que había salido 1° en las eliminatorias sudamericanas. Era "el candidato". Pero era un team con demasiadas internas, con un DT que repetía un esquema que ya se habían cansado de ver por TV los eventuales rivales de Europa.
En la Copa, decepcionó. Y no sólo porque fue eliminado por Suecia. Jugó para el olvido.
Es cierto que Bielsa, con una renovación de jugadores -incluido Carlos Tévez- se reivindicó, y reivindicó al fútbol argentino, en los últimos Juegos Olímpicos, donde obtuvo la medalla dorada.
Aunque nos duela, la Argentina acaba de perder con Alemania. Pero disputó un partido para el recuerdo. Dominó gran parte del juego, a pesar de que enfrente estaban los locales, considerados poco menos que verdaderos Panzer.
A este equipo, al que le faltó suerte en los últimos minutos, no se le puede achacar responsabilidad: se brindó por entero y hasta, por momentos, dió espectáculo de toques, lujos y goles. Puede regresar con la frente bien alta; dolidos, pero con hidalguía. Qué bueno recordar a Roberto Ayala por sus aciertos constantes en la defensa y ese cabeza que terminó en la red alemana en el 1° tiempo.
Valoremos el esfuerzo de José Pekerman y de los 11 que entraron en cada match. Y los que esperaron turno -ya llegará el momento de Lionel Messi, Oscar Ustari o de que convoquen a Sergio Agüero-.
Por primera vez desde 1990, la selección se va de un Mundial sin la Copa, pero con la sensación del deber cumplido. Nos dieron alegría y esperanza. Y cuando no alcanzó, no fue porque retacearan sacrificio, garra, espíritu de cuerpo, o talento. Jugaron para nosotros y para ellos. No es poco. Sólo faltó acertar en los penales.
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