lunes, 13 de julio de 2009

Receso escolar puede servir para recuperar el vínculo entre padres e hijos, dice Julieta Tojeiro (*)

En estos días, los argentinos estamos más llenos de confusión e incertidumbre que lo habitual, con preocupaciones sobre cosas que antes ni nos cuestionábamos, bombardeados por los medios de comunicación con datos e información que nos dan terror.

En este contexto, la denominada gripe A nos obligó a reorganizarnos con los hijos sin escuelas, sin actividades deportivas, sociales o artísticas. Nos ha obligado a guardarnos, a refugiarnos en nuestros hogares. Y esto, indefectiblemente, nos invita a reencontrarnos con nuestros vínculos, a priorizar, a reorganizarnos con el trabajo, a pensar que las cosas podrían cambiar radicalmente nuestra vida, a detenernos y no continuar viviendo la vida como la veníamos viviendo.

La necesidad de protegernos y proteger a nuestros hijos nos confronta con una rutina diferente: días en los que ya no corremos de una actividad a otra llevando a los chicos del colegio a fútbol, luego a inglés y a casa a hacer la tarea, baño, cena y a dormir. Jornadas agotadoras que impedían la charla relajada, el juego en el piso con nuestros hijos, ratos distendidos sin llamadas telefónicas, mensajitos de textos o mails urgentes.

Obviamente, esto nos hace re-aprender muchas cosas más que un simple correcto lavado de manos. Nos vemos obligados a reorganizarnos internamente, a reconstruir espacios con nuestros afectos. Quizás sea un buen momento para parar y ver cómo era la calidad de nuestros intercambios cotidianos y nos permita mejorarlos, aprenderlos, trabajarlos, ejercitarlos.

Por qué no plantearnos esto como una posibilidad para reestablecer canales de comunicación y explorar en nuestro interior, y ver qué tan difícil o gratificante puede resultar esta experiencia.

Sabemos que no es fácil, pero es un desafío que nos puede nutrir y hacer crecer en esta hermosa pero ardua tarea de ser padres. Recordemos que no nacemos sabiendo cómo ser mamá o papá, pero podemos poner de nosotros lo mejor para serlo.

A continuación y a modo de orientación, intentaremos dar algunas ideas para sobrellevar estos momentos y reconstruir lo cotidiano, quizás desde un espacio más íntimo y sereno.

Jornadas con los niños. La clave: Organizar el día

Si bien es deseable que mantengan lo más cercano posible el horario real al habitual, pretender arrancar el día a las 7 a.m. puede ser complicado e innecesario. Es más operativo que mantengan un horario cercano a las 8 o 9 de la mañana.

Establecer momentos pautados para diferentes actividades, por ejemplo: desayunar, luego realizar las tareas que le enviaron desde la escuela. Proponemos la mañana para realizar lo de la escuela porque es óptimo el nivel atencional a esas horas, cuando los niños están más descansados.

Por la tarde, se puede planificar la realización de otra tanda de tareas, quizás las que le resulten menos engorrosas al niño. Armando luego espacios para leer, hacer esculturas con plastilina, masa o arcilla, pintar, armar rompecabezas, collage usando diferentes materiales, cocinar, ver películas, jugar con la PC, con burbujas, con globos, con pelotas, etcétera.

Ahora bien, ¿qué pasa cuando los padres deben trabajar y no son ellos los que están para supervisar el cumplimiento de la rutina?

Dependerá de los padres ver si quien se hace cargo de los niños está capacitado para asumir ese rol, u optar por delegar las tareas en algún maestro particular, quedando de esta manera cumplido el objetivo escolar, y por otro lado dejando tiempo disponible para compartir tiempo de esparcimiento con los hijos.

En el consultorio, con mucha frecuencia aconsejamos a los padres de nuestros pacientes que, cuando tienen dificultades a la hora de ayudarlos a cumplir con la tarea, se apoyen en un docente particular. Esto puede ser más costoso a nivel económico, pero por un lado, seguramente a los niños les rinde mejor el tiempo dedicado a la labor escolar, y por otro lado, a padres e hijos les quedan reservados los otros momentos para relacionarse en forma más relajada.

Esto lo llamamos “limpiar el vínculo”, ya que en general, las madres son las encargadas de estar detrás del niño todo el día diciéndoles lo que tienen que hacer y de qué manera, y procurando cumplir con la larga lista de actividades tales como cena, cepillado de dientes, baño, preparación de mochilas, uniformes, sueño y demás. Eso les deja habitualmente poco tiempo disponible para sentarse en el piso y jugar o compartir un juego de mesa, una película o aprender a jugar con ellos en la computadora.

Recomendamos aprovechar estos días para sumergirse en la divertida tarea de crear, imaginar, pintar, leer, jugar y disfrutar al máximo de tu hijo. Destacamos que como recomendación para fortalecer la autoestima de los hijos en un contexto de sana comunicación, se aconseja dedicar veinte minutos como mínimo a juego en el piso con ellos.

Esto no sólo es beneficioso para los niños, sino también para los padres, ya que por veinte minutos dejamos de lado obligaciones y estrés cotidiano, recuperando un espacio saludable para reír, relajarnos y compartir con los seres mas amados: nuestros hijos.

(*) Licenciada en Psicopedagogía en la Universidad de Flores. La columnista cursó postgrados sobre salud mental en educación, evaluación psicológica, y detección y tratamiento de desórdenes del desarrollo, déficit atencional, impulsividad, y ansiedad en niños y adolescentes. En la actualidad, es directiva y coordinadora de programas de la Fundación Argentina de Rorschach, está a cargo del área psicopedagógica del jardín maternal del Hospital de Clínicas, y forma parte del equipo de Hémera.

Más información en www.hemera.com.ar e info@hemera.com.ar

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