Si toda campaña electoral presenta alguna característica que la hace novedosa y singular, las elecciones de 2016 que consagraron a Donald Trump como presidente de Estados Unidos tuvieron ribetes disruptivos, que todavía son objeto de estudio y utilizan otros candidatos.
Hubo quienes creyeron que lo distintivo estaba en el estilo y la personalidad del nuevo líder, pero, aunque ese rasgo no es un condimento menor, conviene reparar en la complejidad de una estrategia que excede lo excéntrico del personaje.
George Lakoff, lingüista, filósofo, investigador y profesor de la Universidad de California, Berkeley, fue uno de los que señaló que no se trataba de supuestas ocurrencias espontáneas a través de redes sociales y en los medios en general, sino que el comportamiento obedecía a una estrategia comunicacional que marcaba cierta ruptura con lo establecido.
Conocido por su trabajo en lingüística cognitiva y su análisis del discurso político, Lakoff destacó entonces la forma en que Trump utiliza estrategias retóricas específicas, como la simplificación, la repetición y el uso de metáforas, para transmitir sus mensajes de manera efectiva y resonante entre ciertos segmentos de la población.
También puso el acento en cómo se apalanca en la polarización y la confrontación evidente en su discurso, tanto para movilizar a su base de fieles como para generar reacciones emocionales.
Los estudios sobre los tuits de Trump aportaron una comprensión más profunda de la retórica política contemporánea y de cómo se utiliza para construir y mantener el poder político.
Así, Lakoff propuso inicialmente una taxonomía de cuatro tipos de Trump Tweets, que en el estado del arte actual de la comunicación política se ha extendido e incluye siete ejes dominantes:
1 - Ataque personal: posteos que dirigen ataques directos contra individuos, grupos u organizaciones con la intención de desacreditarlos, o desviar la atención de otros temas.
2 - Autopromoción: posteos que se centran en resaltar logros personales, eventos o productos propios. con el fin de aumentar la imagen pública o promover intereses personales.
3 - Retórica polarizadora: posteos que utilizan un lenguaje polarizador y confrontativo para dividir a la audiencia entre "nosotros" y "ellos", movilizar a la base de seguidores y generar reacciones emocionales.
4 - Desinformación: posteos que difunden información falsa o engañosa, con el fin de manipular la opinión pública o promover una agenda política específica.
5 - Llamado a la acción: posteos que instan a los seguidores a realizar una acción específica, como votar por un candidato, apoyar una causa o participar en un evento.
6 - Globo de ensayo: posteos o acciones deliberadas que se lanzan para evaluar la reacción del público, antes de tomar decisiones más importantes o definitivas.
7 - Redirección de la atención: posteos que buscan desviar/deflactar la atención de temas incómodos o controversiales hacia otros temas más favorables o menos problemáticos.
Se sabe que las redes sociales operan como un terreno fértil para la retórica polarizadora, la desinformación, los globos de ensayo y los ataques personales.
En definitiva, en el terreno de la posverdad, las fake news germinan con mucha facilidad.
Hace poco, la corresponsal para América Latina de la BBC, Ione Wells, subrayó las diferencias entre Trump y el presidente argentino, Javier Milei.
"Trump gastó mucho dinero cuando estuvo en el gobierno, aumentó la deuda, subió los aranceles y hace un culto del proteccionismo. No parece tener mucho en común con usted!", le dijo al propio Milei cuando lo entrevistó (se puede reproducir la charla completa en esta misma página).
Sin embargo, en sus cuentas de Twitter (ahora, X), Trump y Milei despliegan estrategias retóricas muy similares y, además, no ahorran elogios mutuos y abrazos públicos sin importar sus objetivos divergentes.
Con sus retóricas claramente polarizantes pretenden dividir a la audiencia entre "nosotros" y "ellos".
Trump, con su lema "Make America Great Again!" (MAGA), y Milei, con su "¡Viva La Libertad, Carajo!" (VLLC), movilizan a sus bases de seguidores impulsadas por una narrativa confrontativa, emocionalmente cargada y simplificada del mundo, orientada a generar reacciones intensas.
También, tanto Trump como Milei han utilizado Twitter como plataforma para difundir desinformación y lanzar ataques personales contra opositores políticos y críticos, desde acusaciones de fraude electoral hasta insultos personales.
En esa línea de comportamiento, se manifiestan de manera agresiva y despectiva para desacreditar a sus adversarios, y desviar la atención de otros temas incómodos. Esta estrategia, si bien efectiva, es cuestionada por su impacto corrosivo en el debate público sobre la calidad democrática.
Ambos dirigentes encuentran en la red de Elon Musk una herramienta propicia para instar a sus seguidores a tomar acción. Desde la promoción de sus libros hasta la convocatoria a determinadas manifestaciones, aprovechan las redes sociales para consolidar su apoyo y movilizar a su audiencia o comunidad en torno a sus agendas políticas y personales.
Una tabla comparativa con diferentes tipos de tuits/posteos en X de Donald Trump y Javier Milei, organizados a partir de las siete tipologías mencionadas más arriba, sirve para observar con claridad el comportamiento al que se hace alusión:
(En la columna de Milei, se reemplazaron los nombres reales por una X).
Si bien en la campaña que lo llevó a presidente Trump se caracterizó por el uso de la entonces red Twitter, Jair Bolsonaro en Brasil por el servicio de mensajería WhatsApp y Milei por los videos en Tik Tok, la elección de esos canales, que fueron predominantes, en determinadas instancias fueron cambiando según las distintas posiciones de los dirigentes en cuestión.
Por caso, hay que señalar la ruptura de Trump con los dueños anteriores de Twitter, quienes lo habían penalizado por su comportamiento en la red y el rédito que buscó en medios afines como la cadena Fox. En el caso del Milei, ya como presidente, la red X se transformó en el canal preferido para establecer relación directa con sus seguidores, pero también para mandar mensajes al establishment, a los legisladores, opositores y a los distintos públicos que la estrategia lo requiera.
En el uso que hace Milei de X hay que destacar también la manera de interactuar. Ahí hay una clara distinción entre el Milei candidato y el Milei presidente. La interacción se vuelve mucho más significativa cuando el que la lleva adelante es una figura relevante como un jefe de Estado. Así, los likes, el RT, el comentario breve, el agregado de una imagen o una consigna frente al mensaje publicado por un tercero se convierten en toda una definición y acción política y de gobierno.
Sobran los ejemplos sobre ese comportamiento y el rebote en los medios tradicionales, tanto para defenestrar a figuras de la oposición como para destacar a algún funcionario o mostrarse indiferente con otro, la mirada se posa en sus reacciones. Ninguna de sus reacciones en la red pasa desapercibida, aunque refleje el comportamiento de un usuario común.
El despliegue comunicacional de Javier Milei, Trump o Bolsonaro, con una estrategia comunicacional peculiar y efectiva, puso en evidencia cierto desconcierto de la dirigencia política tradicional que se ve obligada a encontrar la forma de no perder terreno frente a la opinión pública, repitiéndose en fórmulas que no le han dado resultado. Esto, sin dejar de lado que, en definitiva, es el mensaje encarnado por Milei el que logró conectar con la expectativa del electorado.
Por caso, mencionamos cómo Milei se comporta como el típico usuario de una red social, mientras que la política tradicional, haciendo honor a su condición, lo hace como lo hacía en los medios tradicionales. Es decir, con repetidos monólogos (que replican sus seguidores casi obligadamente) y sin interacción alguna.
Es cierto que ni Trump ni Bolsonaro lograron su reelección. Eso, para quienes subordinan el éxito o el fracaso a la comunicación, a quienes siempre hay que recordarles que resulta imposible separar la comunicación de la gestión.
Como reza la conocida metáfora del ajedrez, las piezas negras también juegan, aunque hasta ahora no hayan mostrado su destreza para ejercer los movimientos. Seguramente, porque el desconcierto es fundamentalmente sobre el tablero en el que se desarrolla la partida.
(*) Los autores de esta columna de opinión son Carlos Lazzarini (foto de arriba a la derecha), especialista en comunicación política, y Alejandro Ruiz Balza (imagen arriba a la izquierda), docente universitario e investigador USAL - Conicet. Este artículo fue publicado originalmente en Letra P.
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