jueves, 24 de abril de 2014

Educación: cómo relacionarse con los berrinches de los niños y poner límites, por Alejandra Lafont (*)

La edad de los berrinches comienza alrededor de los 18 meses, cuando el niño afirma su autonomía diciendo ¡no! Es la etapa de las rabietas y la oposición.

Resulta esperable que se agache y se levante solo, distinga y muestre distintas partes de su cuerpo, ojos, boca, se saque los zapatos y las medias y reconozca el "no".

Se trata de una etapa normal que ayuda a los padres y pediatras a entender esto como un proceso que hay que atravesar, absolutamente necesario para el desarrollo de su personalidad, que resulta transitoria y, además, se puede evitar que se prolongue con algunas consideraciones:
- Tratar de establecer acuerdos entre los padres.
- Poner límites claros.

Esto es fundamental por dos motivos: transmitir seguridad que les permite a los chicos estar más tranquilos y sentirse más cuidados y, por lo tanto, más queridos. Por otro lado, cuanto más claros sean los límites, más corto y llevadero será el período de berrinches y rabietas.

Las recomendaciones puntuales durante la rabieta son:
- Contener sin consentir.
- Durante el episodio, no son útiles las largas reprimendas con muchas palabras.
- Lo recomendable es permanecer en el mismo ambiente que el niño, protegerlo para que no se lastime y continuar con el límite que se había impuesto previo al episodio del berrinche.

Existen otras instancias del desarrollo del niño en las cuales comienzan a manifestarse cambios en la conducta. Una de estas etapas se presenta cuando se amplía la dieta. La alimentación del bebé con semisólidos es también un proceso en el desarrollo, y forma parte de una etapa madurativa. Los movimientos de los músculos de la boca, fundamentales para una buena succión, son diferentes a los que se precisan para incorporar alimentos sólidos y semisólidos, en consecuencia, deben aprenderlos y abandonar los mecanismos que fueron útiles para tomar el pecho o la mamadera.

Por ejemplo, se produce de manera muy frecuente que los bebés expulsen el alimento hacia afuera con la lengua, esto es por un reflejo llamado de protrusión lingüal, que está presente desde el nacimiento y es imprescindible para succionar. Esta expulsión no significa rechazo voluntario sino que madurativamente tiene que seguir probando para que este reflejo desaparezca.

Los alimentos hay que ofrecérselos en varias oportunidades y no descartarlos.

Las recomendaciones para la incorporación de los semisólidos y sólidos son:
- Ofrecer alimentos frescos y adecuadamente preparados y conservados.
- Temperatura adecuada.
- Los alimentos dulces se incorporan inicialmente con mayor facilidad por la similitud con la leche materna.
- Que el ambiente sea tranquilo, no importa el horario, deben elegir los padres el momento en el que ellos están más disponibles.
- Permitir que el bebé tenga contacto con los alimentos.
- Tener en cuenta estos detalles hace que el proceso de aprendizaje de la incorporación de semisólidos sea placentero, y minimizar la posibilidad de rechazo de alimentos.

Otro período del desarrollo a tener en cuenta es cuando dejan los pañales. Cada niño tiene su ritmo propio, pero la mayoría los deja entre los 2 y 4 años. Lo que acompaña a este proceso de independencia son otras pautas que también apuntan a lo mismo: comenzar a separarse de alguna manera de la mamá y adquirir nuevas formas para vincularse.

En general, los niños que se encuentran listos para comenzar este proceso son independientes para deambular hace varios meses, se sientan y levantan sin dificultad, se comunican con frases, suben y bajan escaleras, conocen las partes de su cuerpo y son capaces de realizar pequeñas tareas en el ámbito intrafamiliar, "pequeños mandaditos".

Con respecto al control de esfínteres específicamente, comienzan a avisar cuando se hacen pis o caca, les molesta estar sucios y duermen siestas y el pañal permanece seco. Los padres tienen que tener presente que este proceso dura entre 3 y 10 meses, comenzar en el momento oportuno, evitar el inicio del aprendizaje durante situaciones de estrés, como nacimiento de hermano, mudanza, enfermedad de alguien muy allegado, etcétera.

También hay que evitar los retos y castigos, utilizar el baño como espacio dedicado a este fin, no apelar a bacinillas con forma de juguetes, utilizar el refuerzo positivo sin exagerar, evitar frases que signifiquen un chantaje y las comparaciones con hermanos o cualquier otro niño.

El control de esfínteres se inicia siempre de día y sólo luego de varias semanas o meses de control diurno y, cuando el pañal de la noche permanezca seco por varios días, recién iniciar el control nocturno, sabiendo que los escapes hasta los 5 o 6 años son esperables. No existe diferencia de sexo y además no tiene relación con el cociente intelectual del niño.

Un chico que controla antes no es más inteligente, simplemente logró antes esta etapa madurativa. No es bueno darles un premio, es un logro y merece una felicitación acorde a esta situación. Los escapes nocturnos son esperables y normales, hay que tener paciencia, no retarlos y proteger los colchones.

Los límites y los "no" cuando hay peligro

Meter los dedos en el enchufe o tirarse de cabeza es una constante en los más chicos, en estos casos el "no" debe ser siempre contundente a todas las edades. La diferencia es que si el niño es menor de 2 años este "no" rotundo debe ir acompañado del rápido retiro de la fuente de peligro, y no pueden permanecer solos en ninguna circunstancia.

Además, no tiene registro del peligro y probablemente insistan en el acto, repitiendo la situación peligrosa, por lo que las frases deben ser reiteradas tantas veces como sea necesario. Es importante saber que siempre debe haber contundencia en el límite pero que el registro también depende de la etapa madurativa en la que se encuentra el niño.

Como todo proceso, el registro de peligro se adquiere paulatinamente, por lo que la claridad debe estar siempre presente y el niño lo va a ir asimilando en forma progresiva. Esto significa que no hay que esperar hasta los 2 años para enseñarle lo que se puede o no hacer, hay que comenzar desde edades muy tempranas, lo que hay que tener en cuenta es que la incorporación del no y del peligro no aparecen antes de los 18 meses.

(*) La columnista -foto principal- es médica (MN 81.988) y jefa del Servicio de Pediatría de la Fundación Hospitalaria, Cramer 4601 (CABA), teléfono: (011) 4704-2300.

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