Muchos padres se angustian con la presencia de los chicos en casa, porque ellos dicen aburrirse rápido, ¿qué se puede hacer?
Atender sus pedidos es muy importante. No quiere decir esto hacer lo que piden, sino escucharlos en primer lugar.
Hay que prestar atención a que la falta de rutinas escolares no se transforme en una desorganización de ritmos vitales por completo.
Se pueden flexibilizar los horarios, pero resulta clave que duerman de noche y coman de modo ordenado, aunque es esperable que con los días más largos se duerman más tarde.
Los adultos deberían preguntarse ¿de quién son las vacaciones? ¿Para quién? A veces, se transforman en un problema para la familia más que un momento deseado.
Los niños necesitan estar con sus pares, tener la posibilidad de encontrarse con otros chicos para jugar, que tengan opción a ir a espacios donde puedan desplegar actividades acordes con su edad y necesidades.
Lo útil consiste en encontrar organizadores diarios que faciliten el establecimiento de rutinas, para este nuevo tiempo.
Recordemos que el cerebro necesita tanto novedades como rutinas. La búsqueda de ese equilibrio suele ser la clave para favorecer el bienestar.
¿Qué hacemos?
Durante las vacaciones, las familias tienen la oportunidad de compartir más tiempos juntos, lo que a veces puede ser un desafío. En las familias que no están acostumbradas a compartir algunas actividades, o tanto tiempo juntos, pueden aparecer conflictos que requieran aprender a negociar.
Puede ser una oportunidad para conocerse y aprender otras formas de comunicación.
Diferentes temperamentos en cada niño y en cada progenitor puede generar encuentros o desencuentros. Hay niños que necesitan tiempo en vacío y allí pueden desplegar sus recursos imaginativos y su interioridad. Hay niños, que por el contrario, que son "de acción" y disfrutan más en hacer que en "pensar".
Respetar cada temperamento estimulando aquello que no han desarrollado es una circunstancia bien compleja, sobre todo cuando hay varios niños en una familia y algunos tienen temperamento más activo y otros más reflexivos.
Son situaciones de exigencia para los cuidadores y, a menudo, a veces requieren el asesoramiento de un especialista.
¡Me aburro!
Para que no se aburran hay muchas alternativas. Entre ellas, actividades pautadas como colonias o bien puede ser una oportunidad para aprender un deporte.
También las actividades libres como concurrir a la plaza con amigos o visitar algún espacio de la ciudad desconocido, museos, aparecen buenas opciones.
Los chicos también pueden participar en las actividades de la vida diaria de los adultos, que durante la época escolar no conocen, sin que sean planteadas como rutinas aburridas ni obligaciones, pueden ser oportunidades para que los chicos aprendan a conocer el mundo adulto: visitar el supermercado, cocinar, llevar el auto al taller o ir al banco.
Perder el miedo a aburrirse también puede ser una buena premisa. A veces, al sentirse aburridos se sienten motivados para buscar en su interior la respuesta más que esperar que otro se las dé.
El adulto puede facilitar el conocimiento de sí mismo del niño más que darle todas las respuestas.
(*) La columnista Edith Vega -foto- es doctora en psicología (MN 14363) de la Fundación Hospitalaria, Cramer 4601 (CABA), teléfono: (011) 4704-2300; y Fundación Aigle. Y la coautora, licenciada Paula Pevre, se desempeña también en la Fundación Aigle (11-4781-3897/4784-3563).
lunes, 12 de diciembre de 2016
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