jueves, 19 de diciembre de 2013

Psicología: claves para desarrollar el vínculo entre la madre y el recién nacido, por Edith Vega (*)

Tras 9 meses de gestación, el nacimiento de un bebé implica una nueva etapa de relación con la madre, ya que comienza la construcción de un vínculo entre ellos. ¿Qué significa que una mamá se conecte con su bebé? Hubo una época en la cual se hablaba del instinto maternal pero hoy sabemos que no existe tal instinto.

La relación madre - bebé es una construcción. Al momento del nacimiento, el cerebro humano está abierto a configurarse, según lo que encuentra en el camino.

De ahí la importancia que pueda estar en un ambiente enriquecido que facilite el desarrollo de forma temprana. En este sentido, los intercambios iniciales resultan de suma importancia.

El recién nacido requiere del cuidado de un adulto que le provea no sólo alimento sino también estímulos y afecto.

La madre es la persona más adecuada para ello ya que integra a través de la lactancia estos tres aspectos. Sin embargo, los cuidados del padre también son muy importantes para el bebé. Sin los cuidados de otro ser humano, un bebé no es capaz de sobrevivir, pero muchas investigaciones han demostrado que el desarrollo del recién nacido requiere no sólo de la atención básica sino también de una interacción con su cuidador, de afecto, contacto físico e interacción verbal.

La madre está capacitada para ofrecer al niño todo lo que necesita, pero ella también necesita sentirse apoyada y contenida por el ambiente familiar para poder dedicar el tiempo que el bebé requiere. Por lo tanto, podemos decir que un recién nacido requiere de una red humana que lo reciba y lo acompañe en el proceso de desarrollo. Algo muy importante: cada momento es una oportunidad de encuentro con un bebé que estamos conociendo y que nos está conociendo también.

En consecuencia, no hay una única forma de tomarlo en brazos, acunarlo, bañarlo y alimentarlo para que se sienta contenido y bien tratado. Se trata de estar sintonizado con sus necesidades facilitando el establecimiento gradual y progresivo de rutinas que lo organizan. Lo aconsejable es brindarle una integración sensorial, es decir, proveer simultáneamente estímulos táctiles, visuales, auditivos y olfativos.

Recordemos que aquello que ha funcionado con un bebé puede suceder que con otro no funcione. Y esto es especialmente interesante tener en cuenta cuando hay varios hermanitos. Podemos considerarnos padres o madres expertos, pero también cada bebé nuevo puede sorprendernos.

Consejos a tener en cuenta:
- Cuando el bebé acaba de nacer, siempre que sea posible, tiene que estar cerca de la mamá. Esta experiencia suele reconfortar a ambos.
- El vínculo con el recién nacido no es algo innato o instantáneo, se va desarrollando a través de la interacción, y requiere de cierto tiempo.
- Al momento de nacer se puede facilitar este proceso promoviendo el contacto inicial entre la madre y su bebé. Es posible poner al bebé en contacto directo con la piel de la mamá, ayudándolo a regular su temperatura corporal, ponerlo al pecho, permitir que el padre esté cerca y también pueda tenerlo en sus brazos.
- Requerimientos tanto de la salud del bebé como de la mamá pueden diferir este encuentro inicial, y no necesariamente esta situación será una tragedia.
- Al amamantarlo, por ejemplo, además del estimulo gustativos recibe el estimulo con diferentes olores (de la madre) y auditivos (música, la voz del padre o de la mamá).

Los factores que inciden en la personalidad son múltiples y complejos. Todo lo que nos ocurre incide en nosotros, pero esto es algo dinámico y constante a lo largo de la vida. Si bien todos los factores que influyen en el desarrollo de un niño son importantes en el establecimiento de su personalidad, ninguno de ellos es determinante. Se trata de una compleja interacción entre elementos biológicos y ambientales.

En la personalidad, hay aspectos genéticos que conforman el temperamento que serán modificados por diversos aspectos ambientales, desde la alimentación, los primeros vínculos, hasta los factores accidentales de la experiencia (situaciones vividas). Y no existe una relación directa entre ninguno de ellos. Una interacción positiva y amorosa ayudará a potenciar los aspectos saludables de un ser humano, pero también se ha estudiado la capacidad de las personas de superar dificultades saliendo fortalecidos de ellas (resiliencia).

Es importante señalar esto ya que, si no se comprende la complejidad del desarrollo, pensar que la forma en que ha sido tratado un recién nacido determinará su personalidad es una simplificación errónea. Más allá de esto, todo el cuidado y el amor que se le pueda ofrecer al bebé lo nutrirá y fortalecerá, del mismo modo que una buena alimentación en los primeros años de vida contribuyen no solo al cuidado del cuerpo sino también al desarrollo del cerebro y sus funciones.

Las investigaciones muestran que, por caso, los niños cuyos padres hablaron con ellos sobre sus experiencias tienden a tener un mejor acceso a los recuerdos de esas experiencias.

La voz, además del contacto piel a piel, favorece la formación de su mente y, por tanto, de la personalidad incipiente. Ser mujer no implicar ser madre, haber tenido un hijo no garantiza tener un vínculo con él. Este debe ser desarrollado, construido, creado en la interacción única entre el bebé y su cuidador.

Hay circunstancias dramáticas en las que por diferentes razones no resulta posible establecer el vinculo inicial madre-hijo. Ejemplo de ello son las circunstancias críticas del nacimiento con patología neonatal o prematurez, y también las vicisitudes maternas bio-psicosociales. Algunas veces, el contacto inicial lo establece el equipo médico, otras veces, quien cuidará del pequeño como son los casos de niños dados en adopción.

Las secuelas de tales experiencias varían según diferentes variables: calidad y cantidad de esos contactos, flexibilidad neuro-psicológica del niño de establecer vínculos con calidad nutritiva. Sin duda, un desafío sobre lo cual es importante cuidarnos de establecer juicios terminantes.

(*) La autora de esta columna (foto) es doctora en psicología (MN 14363) del Hospital Privado de Niños. Más información en Fundación Hospitalaria, Cramer 4601 (CABA), teléfono: (011) 4704-2300.

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