Cada uno de nosotros, ante una situación novedosa determinada o cuando recibe alguna noticia -por ejemplo, la suspensión de las clases por la Gripe A, el resultado de las elecciones pasadas o un ascenso en el trabajo-, reacciona internamente de alguna manera.
Esta reacción puede ser positiva o negativa, por ejemplo: ¡Qué bueno que los chicos puedan estar seguros en casa! ¡Se van a terminar las propagandas políticas! ¡Voy a tener un mejor puesto de trabajo y un mejor sueldo! O bien, ¡si suspenden las clases, es porque es muy grave! ¡El país se va al demonio! ¡Voy a tener dificultades para asumir mis responsabilidades en el nuevo puesto!
¿De qué depende esa primera respuesta?
Por un lado, depende de la historia de cada uno ante contextos análogos, o de la historia que otros nos contaron sobre una situación similar. Por otro, obedece a cierta actitud propia o estilo explicativo. Esta última noción, que implica una tendencia a pensar cómo van a resultar las cosas, no se aplica necesariamente a todas las áreas de la vida, pero en cada área particular cada uno de nosotros tiende a ser de una manera.
Según Seligman, existen tres dimensiones para identificar cada estilo de explicación personal de las cosas: Los optimistas consideran los problemas como temporarios, específicos y lo atribuyen a causas externas. Para los pesimistas los problemas son estables, abarcan una gran parte de su vida y se atribuyen a una causa interna.
Hemos escuchado decir que un optimista es sólo un pesimista mal informado, o que un pesimista sólo ve calamidades. Lo cierto es que cuando uno reacciona de manera optimista o pesimista está introduciendo un recorte que es relativamente arbitrario. En la mayoría de los casos la realidad es tan compleja que hay suficientes datos para ser optimista o pesimista; no se suele saber lo suficiente para poder hacer una predicción realista.
Ser pesimista u optimista influye en el modo de afrontar las diferentes situaciones que se nos presentan y en su éxito posible. Está estudiado que los optimistas son más perseverantes en sus decisiones y esto los lleva a tener mayor probabilidad de éxito. Por el contrario, aquellas personas que son más pesimistas tienden a “bajarse del barco” antes de intentarlo.
Veámoslo en un ejemplo, Omar y Pablo son médicos clínicos. Pablo, basado en su experiencia, no insiste a sus pacientes en que dejen de fumar porque cree que es un esfuerzo inútil. Omar, en cambio, le dedica unos minutos a cada paciente fumador para explicarle los perjuicios que le trae el hábito y les comenta los tratamientos posibles. ¿Qué los diferencia?
Ambos saben que tienen pocas probabilidades de generar un cambio de hábitos, pero Omar está convencido de que algún paciente dejará de fumar. ¿Quién tiene más chances de lograrlo?
Varios estudios demuestran que las personas más optimistas tienen mejor humor y un mejor estado de salud y bienestar general. El optimismo funciona como modulador sobre los eventos estresantes, paliando el sufrimiento y el malestar de aquellos que sufren, tienen estrés o enfermedades graves (Peterson, Seligman y Vaillant, 1988). Además, se relacionan en forma positiva con la resolución activa de problemas y la atención a la información relevante para dicha resolución.
Aún suponiendo que su estilo explicativo sea pesimista, ¿cómo puede ver las cosas de otra manera? Podemos sugerir algunas estrategias para poner en práctica en los momentos clave:
-Tomar conciencia de su propio estilo. Existen varios instrumentos para evaluar el estilo explicativo de cada uno.
-Identificar los pensamientos y las reacciones que tenemos frente a eventos inciertos o novedosos.
-Desafiar y cuestionar las suposiciones negativas.
-Preguntarse frente a las situaciones negativas: ¿es temporal o permanente?, ¿abarca todos los aspectos de mi vida o unos pocos?, ¿es mi responsabilidad o la de otros?
-Observar los perjuicios que le trae pensar negativamente.
-Buscar otras alternativas a sus creencias y considerar varias opciones antes de actuar.
-No “quedarse pegado” a las malas experiencias pasadas y tratar de cambiar lo que viene. No insistir en los errores.
-Pedir a los demás su punto de vista.
Las personas optimistas no niegan los problemas que se les presentan, los identifican, analizan y definen ciertas estrategias considerando la mejor solución para afrontarlos o aceptarlos.
(*) Licenciado en Psicología, el columnista es presidente del 1º Congreso Internacional de Psicoterapia Contemporánea: Cuerpo, Mente y Espíritu.
Más información en info@psicoterapiacontemporanea.com y en www.psicoterapiacontemporanea.com
viernes, 17 de julio de 2009
¿Por qué es mejor ser optimista? por Hugo Hirsch (*)
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