
Quienes leen El Informatorio desde los comienzos saben de mi admiración por este hombre de prensa que, oriundo de Alemania -de donde su familia escapó del nazismo-, sirve de ejemplo para muchos colegas, todavía vigentes, que empezaron a lanzar bravuconadas contra los dictadores argentinos (1976-1983) cuando ya estaban en retirada.
Nunca pudieron llegar a los talones de Shönfeld o de Jesús Iglesias Rouco, otro extranjero -en este caso, español- que, más allá de las polémicas que pudo despertar su labor posterior, se alzó también como otra voz solitaria de quejas y de reclamos en pleno baño de sangre, contra el coro homogéneo de adulones que animaba la mayoría de los editorialistas y periodistas con opinión de la época.
Tuve la fortuna de haber conocido a ambos, gracias a mi padre (*), amigo y, en algún caso, "cómplice", en el buen sentido del término, de Iglesias Rouco y Shönfeld. Del primero, puedo decir con modestia, me siento discípulo pues trabajé a sus órdenes. Fue mi debut profesional en los medios.
Para desgracia de quienes suelen buscar mártires en el periodismo durante la dictadura, JIR y MS no eran,
precisamente, militantes de izquierda, mucho menos el

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(*)Me permito una "licencia periodística", transcribir lo que me envió por correo hace minutos mi viejo, Marcelo Mendieta. "¡Carajo! Me devolviste muchos años con esta nota. Manfred era un hombre extraordinario y un tipo ético hasta el caracú. Uno noche lo esperaba en la puerta de La Nación, por San Martín 344, pues, como todas las noches, cenábamos juntos. Llegó y atusándose los bigotes me dijo: "Querido Chango, me tendrás que disculpar. Pero yo no voy a pisar ni los umbrales de este diario que acaba de acceder a la inmoral Papel Prensa". Y nos fuimos a comer a un bodegón de los alrededores, para oirlo, por cuanto era una enciclopedia andante mi querido Manfred..."
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