La ciudad de Buenos Aires, tras la crisis de comienzos de siglo, ha recuperado el papel de meca cultural sudameri-cana. A tal punto que, gracias a la relación peso-dolar (3 a 1), los turistas de países vecinos -Chile y Brasil, por caso- pueden venir a ver espectáculos de primer nivel internacional, además del más convencional tour de compras.
Balagan se convirtió en una de las mayores atracciones del año para este público y, por supuesto, para los argentinos que sabemos valorar expresiones artísticas de semejante calibre. Un maravilloso circo-teatro que combina la tradición con la modernidad -en parentesco con el reconocido Cirque du Soleil, del cual proviene el director ruso Misha Matorin-, y que despierta la admiración de grandes y chicos durante toda la función.
Todos nos vamos del Coliseo con ganas de ver más, y no precisamente porque los 30 intérpretes de Balagan escatimen talento o esfuerzo. Al contrario, uno quiere seguir presenciando este espectáculo subyugante, que nunca de deja de sorprender, y que derrocha energía, ingenio, habilidad, gracia y, sobre todo, un profesionalismo arrollador.
Hay números en los que, literalmente, uno pierde el aliento, se queda boquiabierto. Y no hace falta ser niño para vivir la excitación, la conmoción. Aquí se cumplen todas las fantasías: los hombres pueden volar, incluso sobre las cabezas de las primeras filas del teatro-, o escalar hasta el techo -como esa diminuta, grácil y acrobática joven-, haciendo equilibrio sobre una interminable y oscilante pila de sillas. ¡No se puede creer! Los sueños paracen hacerse realidad de la mano de Balagan...
Ellos lo hacen con naturalidad. Los que no podemos dar crédito a lo que ven nuestros ojos somos los plateistas, los del pullman o los del super, allá arriba de la sala.
Así como hay emoción abajo del escenario y despliegue físico sin límites arriba de él, el humor se ofrece al por mayor, y desde el comienzo. Sirve como corte de lujo de los momentos más vibrantes y de tensión. Pero no le restemos méritos.
El desopilante clown, que recuerda a Stan Laurel (aquel compañero inseparable del grueso Oliver Hardy; "el gordo y el flaco), hace las delicias de los asistentes e interactúa con ellos, sin necesidad de emitir palabras. Divierte y se divierte con sus rutinas esmeradas, sin fallas, que dan siempre en el blanco provocando carcajadas generalizadas.
Sería injusto no mencionar que en Balagan (en ruso, “circo de los mercados”) la música, la iluminación, el vestuario y el make up apuntalan sin fisuras este show para ver una y otra vez. El espectáculo creado por Misha Matorin se despide esta semana. Pero lo hace a lo grande: debido a la demanda del publico se agregaron performances los martes, miércoles y jueves a las 20.30, a las previsibles de fin de semana: viernes también 20.30 y en doble función, tarde y noche, sábado y domingo.
Hay tiempo hasta el domingo 29 para deleitarse con Balagan en el Coliseo, de Marcelo T. de Alvear 1125 (Mirtha Legrand fue de las primeras estrellas locales en asistir, según atestigua la foto). Pero para conseguir entradas habrá que apurarse (se pueden conseguir desde $30 en Ticketek llamando al 011-5237-7200 o en el mismo teatro, 011-4816-3789). No digan que no les avisamos.
domingo, 22 de octubre de 2006
Cartelera porteña: Extraordinario circo Balagan se despide esta semana de B.A. con funciones extra
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