miércoles, 5 de julio de 2006

El Ultimo Peronista: interesante biografía de un presidente poco común

No es fácil escribir un libro de historia mientras sucede la historia. Tampoco leerlo. En tiempos de vértigo informativo, de Internet, los libros pueden quedar rápidamente desactualizados.
No es el caso de “El último peronista, la cara oculta de Kirchner”, escrito por el periodista Walter Curia y publicado por editorial Sudamericana, que demuestra estar al día, además de bien documentado y con apreciables testimonios.

El resultado es un libro ágil, surtido e interesante a pesar de que el protagonista no posee los acostumbrados “atractivos” de la vida de los políticos en la Argentina de los 90 para acá. No hay polémica, no hay escándalos de polleras, pero hay información.

El presidente argentino puede exhibir una personalidad fácil de abordar de manera superficial; a partir de sus discursos, de su vehemencia, se lo puede atacar o defender, pero no parece sencilla la tarea de desmenuzarlo.

Viene de una de las provincias llamadas “chicas”, patagónica y, como tal, de escasa población; ocupó siempre cargos en Santa Cruz; no tuvo vínculos con la farándula y la noche, a diferencia de un Carlos Menem, y se le desconocen tendencias a la vida disipada, la frivolidad, el universo femenino…

Encima, aparenta llevar una vida familiar sin demasiadas controversias, excepto una esposa, Cristina Fernández, que merced a una trayectoria política como diputada y senadora nacional era más conocida por los porteños y el resto del país, hasta la llegada de Kirchner al Poder Central. De ella sí se sabe de su coquetería y su debilidad por perfumes, bijou y vestuario, rasgos que podrían hacerla “más divertida” de cara a una aproximación biográfica.

En definitiva, casi no hay aristas fuera de las que hacen a su profesión, su actividad, que abordar en un personaje como el primer mandatario. Podría decirse que, en ese sentido, es aburrido. Sin embargo, Curia si las ingenia para encontrar anécdotas que pintan de cuerpo entero a NK: la tendencia al “juego de manos” con los ministros, los antecedentes familiares (el tío abuelo prestamista), los conflictos adolescentes, la vida universitaria en La Plata, el noviazgo con Cristina, la actividad como abogado durante la dictadura y su forma de acceder a posiciones en lo más alto de la función pública.

Revela el autor la obsesión de Kirchner por el dinero y, en ese sentido, resulta interesante el relato que hace Curia de la crisis de diciembre de 2001, cuando el santacruceño pudo haber oficiado de salvador de la provincia de Buenos Aires, antes de los saqueos y del incendio que llevó al entonces gobernador Carlos Ruckauf a eyectarse de La Plata. Los millonarios fondos de Santa Cruz, producto de regalías de petroleo mal liquidadas que pagó la gestión menemista a las provincias, no quedaron excluidos de la historia.

Curia logra hacer equilibrio entre el periodista que siguió, y debe seguir cubriendo, la agenda presidencial, y el autor que pretende escribir en el libro lo que no se sabe de Kirchner. Obviamente, no nos encontraremos con grandes hallazgos o con confesiones de alcoba, pero lo primero resulta previsible –por las características de K-, lo segundo viene a confirmar lo beneficioso para un país de tener un presidente, al menos en ese sentido, nada propenso a los escándalos en la íntimidad.

También demuestra, desde otro punto de vista, que se puede (y se debe) hacer periodismo sin meterse en la cama de nadie, salvo que se trate de cronistas del corazón.

“El último peronista” permite conocer también más sobre ese “misterioso” entorno (pingüinos viejos y nuevos) que rodea a Kirchner, la zigzagueante relación con Eduardo Duhalde –en definitiva, su necesitado mentor y su lastre-, la oposición, los militares, los empresarios (sobre todo las petroleras), la Iglesia, la prensa y las grandes decisiones que marcaron los primeros 3 años de gestión en la Casa Rosada, y la política regional con los socios Hugo Chávez y Lula, a la cabeza. Es cierto que no escarba demasiado en la relación matrimonial.

La obra tiene un solo error histórico, motivado seguramente por el apuro en escribir y editar el libro sin perder actualidad (y que seguramente ya fue subsanado en la edición siguiente): en la página 160 le adjudica a Alberto Rodríguez Saa el puesto de gobernador de San Luis en diciembre de 2001, cuando en verdad lo ocupaba Alicia Lemme. El hermano de Adolfo Rodríguez Saa recién asumió en 2003 ese cargo provincial.

En definitiva, un valioso aporte periodístico-editorial de Curia y Sudamericana para conocer a fondo, más a fondo, a este presidente tan atípico, y su manejo del poder, más allá de los discursos y la propaganda oficial.

Marcelo Mendieta

Foto de Walter Curia © María Eugenia Cerutti

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