lunes, 13 de marzo de 2006

Asumió Telerman y no se olvidó de nadie: sólo le faltó mencionar al glaciar Perito Moreno

Comenzó y cerró su discurso con la masacre de Once que se llevó a Aníbal Ibarra, vía juicio político, y le abrió al orador, Jorge Telerman, las puertas al poder. "Este gobierno nace sobre las ruinas de Cromañón", se sinceró en sus primeras palabras como flamante jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires, después de dar el sí delante de los legisladores locales, segundos antes de las 13 del lunes.
En el discurso de 30 minutos, repartió gestos a derecha e izquierda: se refirió a Enrique Olivera, recordándolo como su antecesor en el cargo -una forma de granjearse la simpatía de uno de los socios de Elisa Carrió- y no como legislador del ARI; evocó a Eva Perón y sus máximas; saludó a Antonio Cafiero como "padre y maestro" y a Felipe Solá -"mi gran amigo y compañero"; rindió tributo a la desaparecida Dagmar Hagelin y el mítico bar La Paz; y por supuesto elogió la gestión de Néstor Kirchner y habló del "nuevo modelo económico" y de la "defensa a ultranza de los derechos humanos". Un síntoma de que necesita de todos para gobernar hasta diciembre de 2007 y más que nada de K (y, aunque no se mencione, aspirar a permanecer en el puesto más allá de esa fecha).
Al final, cuando se despedía, se aseguró una salida triunfal: pidió a todos los presentes en la Legislatura un "minuto de aplausos" para las víctimas de Cromagnon.
Telerman demostró que tiene una verba florida, por momentos, emparentada con Horacio Ferrer y otros poetas urbanos, sobre todo cuando recorrió los cien barrios porteños, en tren de mostrar su "pasión por Buenos Aires".
"Esta ciudad -miró a la concurrencia- no ha sido amada lo suficiente". En realidad, podría decirse que fue mal amada u otra cosa peor, para el caso.
De Ibarra, casi no hubo referencias. No es de buen gusto hablar mal del muerto en su propio entierro (ha rey muerto, rey puesto). Apenas memoró que iba a poner en práctica el ideario por el cual "fuimos electos hace 2 años".
A continuación, repasó a todas las comarcas presentes o ausentes, leyendo o improvisando. Mencionó con dedicación y esmero al sector privado, a la "red de asociaciones vecinales", las ONGs, los "trabajadores... periodistas, amas de casa" y hasta a los empleados estatales (conocidos popularmente como municipales), una forma de complecerlos y evitar el primer reclamo salarial. Sólo le faltó enumerar a taxistas y colectiveros.
Con los ojos puestos en el veterano Cafiero y la doctrina peronista, admitió que "hay hermanos y hermanas que no viven en condiciones dignas". Una forma de decirlo que no causa tanto espanto.
Dios tampoco estuvo ausente en esta suerte de rezo multiple choice: "espero que me ilumine -pidió Telerman-, y mis colaboradores me acompañen". Por las dudas, se acordó de su maestro de 6° grado y clamó ante sus hijos, Catalina y Federico, para "que nunca tengan que decir su apellido bajando la cabeza".
La oposición tuvo un capítulo importante, una demostración de la debilidad y soledad inicial de Telerman. "¿Seremos capaces de construir una sociedad en la cual cada uno ceda un poco para que ganemos todos?", preguntó en voz alta en uno de los highlights del mediodía.
"Agradezco a las fuerzas de la oposición por ayudarnos al crecimiento, presentado proyectos, acompañando nuestros proyectos", reconoció mientras seguía con sus ojos a la platea, mayoritariamente, macrista, de izquierda y "lilista", si bien en la primera fila estaban Alberto Fernández -reingresado, a pesar de la debacle ibarrista, como interlocutor entre Nación y GCBA-, Daniel Scioli y los ya citados Solá y Cafiero.
Pero lo más importante, más allá de alguna frase demagógica referida a la plaza de Mayo -"ahora también es la plaza de los chicos de Cromagnón", a quienes les rogó que "vigilen mi gestión desde donde estén"-, fue que reconoció la necesidad de trabajar en sintonía con los demás poderes y, especialmente, con los organismos de control.
Los mismos que le advirtieron a Ibarra que había problemas en la discoteca de Omar Chabán y que el ex jefe desoyó, con el resultado fatal de 194 muertos y, lo que es un dato menor, obviamente, a esta altura: su caída del cargo por mal desempeño.
"He comprendido el mensaje", sentenció Telerman. "No nos defenderemos de quienes nos señalen errores", prometió con bastante convicción. "La paz no se logra callando verdades", pareció ser un mensaje póstumo a su ex compañero Ibarra.
Finalmente, una señal que, quizá, guíe los próximos pasos del nuevo jefe de la ciudad. Su discurso coincidió con el rompimiento del glaciar Perito Moreno, una suerte de emblema K y de las bellezas naturales nacionales, claro. A tal punto que llegó a opacar su acto en la trasmisión televisiva. ¿Será un buen augurio, aunque no lo haya mencionado en su discurso de asunción?

Marcelo Mendieta (h)
http://elinformatorio.blogspot.com/

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