Uno tiene la sensación de estar en el living de su casa, pero no porque esté solo: la sala está colmada pero El titiritero logra -como un hipnotizador- que el espectador se sumerja en las encantadoras historias que va desgranando con la ayuda de muñecos llenos de expresión, de inesperada vitalidad. Son 60 minutos intensos, de goce, aptos para todo público.
Horacio Peralta, creador del Bulule Théatre de París en 1978, ofrece en la sala Raúl González Tuñón del Centro Cultural de la Cooperación, los domingos a las 21, un espectáculo en apariencia simple pero de una profundidad inusual, y lo hace con muchas risas y sonrisas, y también alguna lágrima según la sensibilidad de la platea.
Tras explicar qué significa "bululú"("un comediante de la Edad Media que, en solitario, iba de pueblo en pueblo", revela), comienza el recorrido en Panamá, de acuerdo con el subyugante relato del director y titiritero, en 1976, donde el poeta y filósofo Chuchú Martínez impulsa a Peralta a seguir tránsito hacia Francia, con una valija y algunas marionetas que lo acampañaron desde Buenos Aires hacia el exilio.
En Paris, descubrió que podía vivir de los títeres. Primero, en las calles; luego, en los vagones del subte, el metro. En escena, como si fuera un mago, prepara al auditorio para el próximo gran truco con precisas palabras y, a continuación, reproduce aquellos fantásticos cuadros que podían durar el tiempo que toma unir 3 estaciones.
Así desfilan los universales Mariá y Pierre, el plástico escultor, los pícaros enamorados y el idiota, que no necesitan palabras para dejarnos mudos de asombro. Más tarde, y provistos de ingeniosos textos, llegan la vieja -uno de los momentos de mayor diversión-, y la muerte que comienza llorando, vaya paradoja, la muerte de su madre y termina desplegando un sanador humor negro.
El titiritero se presentará hasta el 27 de abril en el CCC, antes de salir de gira. Eso sí, a pedido del público que aplaude con singular entusiasmo cada función, promete volver a esta casa en el corto plazo.
Mientras tanto, un consejo: permítase una hora de intensa emoción con Horacio Peralta y sus muñecos, ahora que ya no es necesario volar a Paris y buscarlo en el metro, o recorrer los principales festivales de títeres del mundo, para disfrutar de su arte.
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