
Si bien a nadie en la Argentina puede sorprender que un ex guerrillero alcance un cargo público -no es el primero y tampoco será el último-, sí causa desconcierto que el promovido no sea un terrorista que luchó contra un régimen dictatorial (sería un atenuante, aunque nada justifica semejante violencia, a mi modo de ver), sino un hombre que se alzó en armas durante el gobierno democrático de Raul Alfonsín.
Y con el agravante de que el copamiento del cuartel en el verano del 89, se hizo en medio de serias sospechas de que los emetepeistas estaban siendo funcionales a

El Movimiento Todos por la Patria, guiado militarmente por Enrique Gorriarán Merlo (quien murió hace unas semanas), actuó con la supuesta pretensión de evitar un golpe anti-Alfonsín de militares "carapintadas" que no fue. Nunca se confirmó que la teoría tuviera visos de realidad.
Condenado a perpetua por la Justicia, Felicetti está en libertad gracias a un indulto de Eduardo Duhalde de 2003. No hay por qué decretar su "capitis diminutio"

Telerman, que no estaba enterado de la promoción, todavía está a tiempo de dar marcha atrás con este polémico nombramiento de Vensentini, que poco ayuda a afianzar las chances telermanistas de continuidad en la gestión capitalina, más allá de diciembre de 2007. ¿Cuál será la verdadera "actitud Buenos Aires"?
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