viernes, 24 de febrero de 2006

Por culpa de Argentina, paran industrias chilenas

La Argentina tiene abierto un conflicto, por ahora infinito, con Uruguay por la instalación de papeleras en Fray Bentos. La vecina entrerriana, Gualeguaychú, reaccionó con cortes de ruta interminables y contagiosos (varios pasos fronterizos fueron cerrados por manifestantes argentinos, y continúan clausurados sine die) que provocan problemas en el flujo de turismo y, por supuesto, impiden el paso de camiones procedentes de Chile, que transportan insumos destinados a la construcción de las pasteras en la costa uruguaya. Ya hubo un reproche del saliente gobierno de Lagos al de Kirchner.
Ahí tenemos, como consecuencia de la torpeza de la diplomacia y la política rioplatenses, una pulseada que nadie se anima a vaticinar cómo va a terminar, y con ramificaciones peligrosas. Una pena. Como al pasar, señalamos que los chilenos sufrieron y sufren de manera indirecta por este choque de posiciones que afecta el Mercosur y barrios vecinos. Brasil observa el paisaje fronterizo del río Uruguay con inquietud. Hay que estar alerta.
Ahora bien, el frente trasandino, tradicionalmente más ríspido que el uruguayo (donde habitan "nuestros hermanos orientales" -a punto de sufrir fratricidio-), puede enturbiarse, aún más de lo habitual, con una querella inesperada en esta época del año.
Una querella que, como la de Fray Bentos, va a traer consecuencias desagradables en toda la región. Y que ni siquiera sabremos bien de qué forma comenzó. La globalización bien entendida comienza por casa y se extiende a la periferia, cual mancha de aceite.
El nuevo entuerto en camino tiene relación con el gas: ese combustible tan necesario, sobre todo, en invierno que Argentina -igual que Brasil- importa de Bolivia, y que funcionarios de Evo Morales adelantaron que va a sufrir modificaciones en el precio (aumentará, tarde o temprano). El gas boliviano, que Evo y sus antecesores no quieren vender a Chile por un antiguo y proverbial litigio (la salida al mar que le negaron siempre en Santiago), llega del otro lado de los Andes con marca argentina. La venta de gas, en sí misma, lleva implícita un desagradable tironeo.
Como avisó El Informatorio, hay otros ribetes problemáticos en gestación: Hugo Chávez le hizo saber a un ministro de Lula la intención de exportar gas venezolano a precio subsidiado, inferior al que proveen los bolivianos antes del prometido aumento. Todo un polvorín, al que apenas falta que alguien le arroje una chispa.
El bendito gas es el que ya desató, en pleno verano, un roce argentino-chileno. Por culpa de Metrogas, que redujo los envíos de ese combustible de Buenos Aires a Santiago, hay -en este momento- 235 empresas, allende la Cordillera, paralizadas.
El canciller argentino Taiana tiene trabajo para el fin de semana, y no sólo por las papeleras del Uruguay.
A continuación se reproduce el despacho de la agencia AP, fechado el 24 de febrero, con todos los detalles.

"SANTIAGO.— Un total de 235 empresas medianas y pequeñas del Gran Santiago paralizaron sus procesos productivos total o parcialmente el viernes a causa de un aumento en los recortes de gas natural de Argentina, informó Metrogas, la empresa distribuidora del combustible.
La compañía informó a sus usuarios en la madrugada, por lo que muchos no alcanzaron a usar petróleo como sustituto en sus procesos.
El recorte de 700.000 metros cúbicos de gas fue causado por el aumento del consumo por el uso de aparatos con aire acondicionado a causa de una alza de temperaturas en Buenos Aires.
Chile depende absolutamente del gas argentino, y consume 22 millones de metros cúbicos diarios.El presidente de la Comisión Nacional de Energía, Luis Sánchez Castellón, dijo que está garantizado el consumo domiciliario y reiteró que los chilenos deberán soportar por varios años este problema, hasta que cambie su matriz energética, lo que no ocurriría antes del 2008 ó 2009.
Héctor Castillo, presidente de la Federación de Asociaciones de Industriales de la Región Metropolitana, dijo que uno de los factores que molesta es la incertidumbre en que trabajan por no conocer con más antelación el momento de los cortes. Agregó que la escasez también causa inseguridad porque ya hay “reducción en las inversiones de muchas de las empresas consumidoras de gas, con lo cual se ha sacrificado el potencial de crecimiento del sector y la generación de mayor número de puestos de trabajo”.

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