"Según datos del Observatorio de Violencia Obstétrica de la Argentina (OVO), 47 % de las mujeres tienen a sus hijos e hijas a través de una cesárea, mientras que la OMS menciona que un indicador no cuestionable de cesáreas en cualquier parte del mundo no debe superar de 10 a 12%. Estamos algo lejos, ¿no?", advirtió Julieta Saulo -foto-, autora del libro Bien que te gustó (Ediciones B), durante una charla #SinBarbijo con El Informatorio.
A pesar de las leyes que protegen a las personas gestantes y a sus bebés, no solo faltan estadísticas oficiales o campañas. El Estado tampoco brinda a las víctimas la protección y contención necesarias, en momentos de máxima indefensión: el parto, la fase previa y la posterior.
Este es uno de los leit motiv de Julieta Saulo y su volumen, Bien que te gustó.
Mujer, madre, feminista y coordinadora de un equipo de doulas y puericultoras, fundó la ONG Las Casildas y ocupa un papel clave en OVO.
A continuación, se reproduce la charla #SinBarbijo con El Informatorio que Julieta Saulo mantuvo vía mail.
Julieta Saulo: La violencia obstétrica es la vulneración de derechos que tenemos las mujeres y las personas gestantes en el momento del preparto, parto y posparto.
Está tipificada en la Ley argentina N°26.485 que la define como aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales, de conformidad con la Ley 25.929.
En uno de los capítulos del libro Bien que te gustó, menciono que la violencia obstétrica se sucede de manera sistemática sobre los cuerpos de las mujeres, las personas gestantes y los niños y las niñas en el momento de su nacimiento. Es intervención disfrazada de protocolo, es hacer de cuenta que no estamos ahí donde en realidad somos las únicas protagonistas, es la consecuencia de una sociedad que nos pretende sumisas, funcionales y con los genitales expuestos para hacer y decidir por nosotras. Es invisible, trasciende fronteras y clases sociales, se imprime en ámbitos públicos y privados. Nadie la ve ni la reconoce, ni siquiera nosotras mismas.
E.I.: ¿Cuándo y por qué comenzó a hablarse de violencia obstétrica? ¿La ejercen sólo los varones, como parejas o médicos?
J.S.: Personalmente, escuché el concepto por primera vez en 2008, luego del nacimiento de mi primera hija. En el marco de un Encuentro Nacional de Mujeres en el 2011, dimensioné la implicancia que tiene este flagelo para la gran mayoría que han atravesado un embarazo y el nacimiento de sus hijos e hijas.
Este tipo de violencia es ejercidad mayormente por efectores de salud independientemente de su sexo o género.
E.I.: ¿La formación en obstetricia debería modificarse o cambiar algunos paradigmas?
J.S.: Sin lugar a dudas, el paradigma desde el cual se mira el proceso de gestación y nacimiento es patologicista. Las y los profesionales de la salud que se forman para acompañar maternidades se instruyen poco y nada desde la fisiología. Basta ver los indicadores que tenemos de cesáreas y de lactancia en nuestro país. Esta mirada, sin dudas, se traslada a las etapas del puerperio, lactancia y crianza.
Un tema actual, y que tomo en uno de los capítulos del libro, es el sistema de residencias médicas donde los profesionales son violentados a lo largo de su trayecto formativo además de ser precarizados, padecer guardias castigos, privación de sueño y sueldos por debajo de la canasta básica.
E.I.: ¿Qué puede hacer una persona indefensa en una sala de parto por dar a luz, en caso de sufrir violencia obstétrica?
J.S.: Tengamos en cuenta que pedirnos a las mujeres que hagamos algo acostadas, con las piernas atadas y nuestros genitales expuestos, rodeadas de desconocidos, es inviable. A donde hay que poner el foco en en los y las profesionales de la salud y en los protocolos institucionales, entendiendo que cuando no se respeta la ley de parto respetado, que es la que nos garantiza todos los derechos que tenemos, automáticamente incurrimos en un acto de violencia y vulneración de derechos.
E.I.: ¿Qué sucede con las cesáreas y la violencia? ¿Se manipulan mucho las fechas por problemas de agenda de la parte médica?
J.S.: Ante esta problemática, a mi me gusta guiarme por datos objetivos y dejar subjetividades de lado, rescatando eso sí que las cesáreas son un gran avance en la medicina y, que cuando son necesarias, salvan la vida tanto de mujeres como de niños y niñas. Ahora bien, ¿qué pasa cuando gran parte de la población en edad reproductiva atraviesa una cirugía mayor para tener hijos e hijas?
¿Acaso nos olvidamos como especie de cómo se pare o hay un sistema que interviene, para que ese hecho fundante de la vida sexual y reproductiva de las personas cuadre dentro de los tiempos urgentes de un sistema y una sociedad que se caen a pedazos?
Según datos del Observatorio de Violencia Obstétrica de la Argentina, tanto en ámbitos públicos como en privados, 47 % de las mujeres tienen a sus hijos e hijas a través de una cesárea, mientras que la OMS menciona que un indicador no cuestionable de cesáreas en cualquier parte del mundo no debe superar de 10 a 12%. Estamos algo lejos, ¿no?
E.I.: El dolor intenso aparece siempre asociado con el parto. ¿Se debe hacer algo para atenuarlo?
J.S.: Desde mi perspectiva, es entender que es el único dolor que las personas atravesamos desde la fisiología. Siempre que nos duele algo es el cuerpo avisando que hay que sanar o reparar algo, menos en el momento del nacimiento. Resignificar ese dolor ayuda muchísimo a atravesarlo.
J.S.: A falta de estadísticas oficiales y de fácil acceso para la población, distintos observatorios de violencia obstétrica que funcionan en el mundo han realizado innumerables encuestas y relevamientos para obtener datos cuantitativos en relación a este flagelo.
En el capítulo 7 de Bien que te gustó, comparto uno de los relevamientos, a mi entender, el más importante. Ahí quedan de manifiesto las marcas que el sistema imprime en las mujeres que van a parir y en los niños y las niñas que nacen.
E.I.: ¿Quién protege a las personas que están lejos de los centros urbanos y carecen de acceso a esta información?
J.S.: Debería protegerlas el Estado que para algo sancionó, en 2004, la ley de parto respetado. La realidad es que eso no sucede en la gran mayoría de los casos, ya que la ley es cada vez más conocida pero casi nadie la cumple. Creo fundamental la importancia de que el Estado garantice políticas públicas con incidencia territorial. Con pegar afiches y repartir volantes de la temática, no alcanza.
Imágenes: gentileza de Penguin Random House Argentina.
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