Una comedia costumbrista bien argentina, con mate, fútbol y música popular, en la que, en apariencia, no pasa demasiado. La platea, en una interesante puesta, se dispone como un vecindario chismoso y privilegiado, que no puede perderse detalle de lo que sucede en ese patio -perfectamente ambientado-, donde, sólo por prejuicio, no parece suceder nada importante. Puede ser un patio cualquiera de la misma ciudad. Tampoco hay indicios de que vaya a suceder algo que inquiete en esos 60 minutos.
Hasta que, en forma imprevista y en apenas segundos, llega lo inesperado, y la comedia se desvía hacia otro camino, sin baches a pesar de lo abrupto del cambio (mérito de las actuaciones y de la directora, claro).
Desdichado deleite del destino es una propuesta teatral muy interesante en los papeles, mejor resuelta e interpretada, que encontró su ámbito natural en el escenario inmejorable del teatro del Anfitrión, en Venezuela 3340.
El espectador siente que es un extraño invisible en el arrasado jardín -culpa de las hormigas- donde un padre machista y autoritario, en camiseta y pantuflas, sobrelleva el calor de la tarde, y la malasangre por los insectos que desplumaron sus rosales, con los insistentes mates que ceba una hija sumisa, sugestivamente silenciosa.
Nacho Vavassori brilla con su histrionismo, en una composición impecable, en el papel de dueño de casa. Un verdadero profesional de la actuación que nunca deja de ponerle la garra necesaria a un personaje que, en el cuerpo de otro actor, podría haber resultado un fiasco.
Belén Brito también cumple en forma sobrada con su papel, aunque al final pierde algo de consistencia: es que uno se pone exigente cuando el cuadro no presenta flancos débiles.
(El autor en compañía de los intérpretes y de la directora)
DDD tiene un momento imperdible: la irrupción del vendedor de CD "truchos", un desopilante y talentoso Nelson Rueda, que se transforma en partenaire ideal de Vavassori. Juntos, se permiten el lujo de jugar con el texto y con los ajustes pautados por la dirección. Se divierten y divierten con inusual chispa.
Mereceden destacarse la escenografía -sobresaliente- y vestuario (Julieta Risso) y la iluminación (Soledad Ianni, responsable, asimismo, de las fotos que acompañan este comentario), pero sobre todo el trabajo de Corina Fiorillo, quien completó una adaptación inmejorable del texto de Roberto Perinelli, en complicidad con este trío de memorables actores.
Marcelo Mendieta
Todos los domingos, a las 18.30, en la sala verde del teatro Anfitrión, Venezuela 3340. Teléfono (011) 4931-2124. Para reservas haga click aquí.
Auspicia este artículo de El Informatorio
No hay comentarios.:
Publicar un comentario