Guillermo Vilas fue uno de los más grandes tenistas de la historia.
Sus actuaciones fueron y son fuente de inspiración para cientos de miles de personas. Sea para practicar ese mismo deporte o cualquier otro. E incluso para intentar aplicar su perseverancia en ámbitos tan disímiles como los negocios, la educación o el crecimiento personal.
Sin duda, para quien esto escribe, Vilas fue un ícono, un ídolo.
Me impresionaba su versatilidad para jugar un Grand Slam, ser amigo de los Stones y producir un disco junto a Luis Alberto Spinetta. O escribir poesía.
Además, tenía una imagen original e inconfundible, de roquero, de rebelde: cabello largo, vincha y muñequera.
Y un descomunal brazo izquierdo. Casi de superhéroe.
Era impactante cómo corría cada pelota, su fortaleza, la constancia para no darse por vencido (como aquel Forest Hills con Jimmy Connors del 77), y la magia que le permitía hacer una gran Willy: pegarle a la bola con la raqueta entre las piernas, a la carrera, y de espaldas a la red.
Como verán, mi fuerte nunca fue la técnica tenística.
Después de ver el conmovedor documental de Netflix (Vilas: "Serás lo que debas ser o no serás nada"), que recomiendo -aunque muchos lectores ya lo habrán visto, sumé otras imágenes más de Vilas.
No sé si fue o es feliz. Y esa intriga me angustia.
Porque, sin duda, se lo merece por tantas alegrías que nos regaló. Y por haber hecho lo que tanto amo: jugar al tenis.
Su obsesión por ser reconocido por una institución, la ATP, como N°1, me hizo pensar que, a pesar de todo lo que hizo en los courts, a Vilas le importa más ese logro burocrático que la consideración de sus propios colegas.
Y, sobre todo, su propia satisfacción por pertenecer al Olimpo del tenis, como Nastase, Borg, Connors y McEnroe por nombrar a contemporáneos.
Tampoco parece consuelo haber llegado a la tapa de la revista World Tennis, en marzo de 1978, como el mejor tenista del año anterior (ver foto de arriba).
Aclamado por el público, amado en la Argentina y otros países, distinguido por los competidores de su tiempo y los tenistas que vinieron después, nadie duda de que forma parte de la aristocracia del deporte global.
Así las cosas, ¿Vilas necesita que una entidad -que en ese entonces hacía cálculos flojos de papeles (recién se incorporaba la informática)- le otorgue el diploma para sentirse reconocido? ¿Y 45 años después continúa su lucha contra la ATP?
Sí, Vilas, ese coloso del brazo izquierdo desproporcionado y casi invencible, es humano. Y tiene su talón de Aquiles.
Demasiado psicoanalizado, resulta inevitable que reflexione: que Vilas sufra de una enfermedad que deteriora la memoria, ¿es una consecuencia de que "prefiere" olvidar su pasado de esplendor?
¿Para qué recordar aquella gloria, si no hay un documento firmado por la asociación de tenistas que lo ratifique?
No le bastan los halagos, homenajes y trofeos. Necesita un comunicado que diga que, en tal período, fue el N°1. Aún cuando él y millones de personas ya lo sepan.
Me apabulla esa idea. Cómo un papel puede significar más que todo lo demás.
Máxime en un mundo donde algunos premios o diplomas (no todos) se ganan con regalos e influencias.
Adentro de la cancha, y durante varios años, quien debe imponerse es uno mismo. No hay "arreglos" tan extensos.
Me acordé, dicho sea de paso, de Jorge Luis Borges, uno de los grandes escritores de todos los tiempos, a quien siempre le negaron el Premio Nobel de Literatura. A lo mejor, ¿Vilas también -como reza el Borges poeta en El remordimiento- cometió "el peor de los pecados", y no fue feliz? Ojalá, no haya sido así.
Marcelo Mendieta
que buena nota! no sabia que ya se había estrenado!!!! genial gracias
ResponderBorrarMuchas gracias, Flor. Linda semana!
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