Cuando los niños realizan actividades extracurriculares -ya sea por interés propio o de los padres-, suele suceder que lo viven como una obligación o una carga.
¿Qué les hace cambiar de parecer?
En la práctica de deportes, parece común que tanto madres como padres acompañen a sus hijos con la intención de estar presentes, pero muchas veces esa presencia suele intimidar a los niños, lo cual genera presión y quita disfrute al momento del juego.
¿Es correcto que los padres vayan a cada juego o partido de sus hijos?
Es importante que los padres se muestren interesados en las actividades de sus hijos, incluidas sus participaciones deportivas.
También hay que tener en cuenta cuál es la percepción que los hijos tienen de la presencia de sus padres y cuál es la intención de estos en ir a verlos.
Si van ver cómo juegan para criticar, para exigirles tener un mejor rendimiento, para mostrar que son los padres del "mejor", lo ideal es que los padres revisen sus motivaciones. Resulta probable que sus hijos sientan que los van a evaluar y, como consecuencia, en vez de jugar por el placer de hacer un deporte, comiencen a sentir angustia de desempeño.
Es altamente factible que se exijan para mostrar que son buenos, y que se frustren ante los errores o los resultados no esperados.
Si los hijos perciben que sus padres van a acompañarlos, los pensamientos (área cognitiva) podrían favorecer su desarrollo, los estados internos (emociones) posiblemente sean placenteras y las conductas (comportamientos) podría facilitar que los niños (o adolescentes) jueguen sin la exigencia de ser el mejor, de no sentir terror a cometer errores.
En cambio, si la percepción es que van a observarlos para marcar las faltas, hacer comparaciones; los pensamientos podrían ser negativos sobre la autoeficacia, las emociones displacenteras y la conducta se podría ver impulsada para alcanzar lo que suponen que los padres esperan de él, y se habrá evaporado las ganas de jugar por jugar.
¿Cómo podemos hacer para alentarlos o apoyarlos sin hacerles daño?
La definición de alentar, acompañar y la de apoyar dan la respuesta.
Alentar es motivar a dar lo mejor de sí para llegar al objetivo, que en una actividad deportiva puede ser:
ganar o jugar
ver el error como una oportunidad de aprender y no un fracaso inexorable. Recordar que no existe el fracaso sino el aprendizaje.
Acompañar es estar junto al hijo, es festejar el éxito y comprender cuando éste no se da.
Consiste en estar presente con apertura para entender las emociones del hijo, respetarlas, darle validación. Estar dispuesto a charlar, a dar apoyo y contención.
Apoyar es colaborar para que piense y sienta que, sin importar el resultado del juego, los padres están para felicitar o para contener el desánimo.
Vale una aclaración, si los padres ponen en sus hijos sus propias expectativas de "ser el mejor", el que se destaca, el que tiene que llegar a ser reconocido, como un futuro profesional de ese deporte para ser famoso y adinerado, el aliento y el apoyo llegan con mensajes distorsionados generando en sus hijos frustración e impotencia.
Puede, como consecuencia, dañar su propia valoración en sus dos extremos: "gano no importa cómo, porque debo ser un ganador", o "haga lo que haga voy a perder porque soy un perdedor".
Alentar apoyando y acompañando. Apoyar acompañando y alentando.
¿Cómo darse cuenta si un chico está muy exigido por su entrenador o por los compañeros?
El interés y la presencia de los padres son los factores fundamentales para conocer la vida deportiva de sus hijos, cuál es el ambiente dónde los hijos adquieren o desarrollan sus habilidades deportivas. Al estar presente, se conoce por experiencia personal al entrenador y a sus compañeros de actividad. Es por eso que se resaltó la importancia del interés.
Si el chico habla siempre de la importancia de ganar como la única opción, expresa verbalizaciones despectivas hacia los que pierden, la actividad deportiva se convierte en el centro de toda su atención, se observan estados emocionales de miedo, frustración o impotencia es el momento de mantener una charla con el hijo y con el entrenador.
Si se observa que la exigencia del entrenador es alta (en términos de desvalorización hacia el fracaso), un plan de acción eficaz consiste en que los padres se planteen si deben hacer una intervención, por ejemplo, cambiar de institución deportiva.
No debe perderse de vista que el niño está practicando un deporte y que debe ser respetado. Si bien una práctica deportiva requiere de disciplina y compromiso no debe ser fuente de exigencia desmedida y frustración.
¿Cuál es el riesgo de presionar a los hijos en el deporte?
Los riesgos de presionar a los hijos en el deporte son varios y todos igualmente importantes para el desarrollo y crecimiento sano del niño o adolescente.
En las palabras de los padres, va implícito su sistema de creencias que será transmitida al hijo.
"Ser el mejor siempre no importa cómo", "ganar o ganar", "el mundo no es para los perdedores" son algunas de las desafortunadas frases que los padres pueden verbalizarles a sus hijos creyendo que se los alienta y apoya. En realidad, se trasmiten valores que impactarán en todos los aspectos de la vida de los hijos.
Las consecuencias pueden ser tan distantes como perjudiciales: que los hijos se identifiquen con el éxito como la única manera de ser feliz -de esta manera se está minando la tolerancia a la frustración-, o ir abonando de poco que los hijos se sientan perdedores (entonces no hay mundo para ellos).
El riesgo de presionar es grande. Los padres deben preguntarse qué están proyectando de sí mismos en esa presión, y hacer una revisión para no dañar a sus hijos.
(*) La columnista Edith Vega es doctora en psicología (MN 14363) de la Fundación Hospitalaria, Cramer 4601 (CABA), teléfono: (011) 4704-2300; y Fundación Aiglé. Contó con la colaboración de la licenciada Estela Figueroa (MN 56938), quien se desempeña también en la Fundación Aiglé.
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