En general, los nenes y nenas comienzan a jugar por separado a partir de los 5 años, pero adquiere mayor fuerza en la escolaridad primaria.
Esto está vinculado con intereses compartidos y asociado con la identidad de género. A esta edad, los chicos se reconocen como nenas o varones, y la mayoría de las veces disfrutan jugando con quienes comparten sus gustos.
Estos juegos también están reforzados o alentados por el contexto social en el que se desenvuelven. Por ejemplo, actualmente en algunos contextos se alienta mucho a las niñas a jugar fútbol cuando hace algunos años era una actividad casi exclusivamente masculina.
Los niños crecen bajo las expectativas y valores de sus padres y de la sociedad en la que se desenvuelven, brindándoles un marco de seguridad que les permita explorar y aprender cómo relacionarse con los demás.
Ellos aprenden observando a los adultos y a través de su propia experiencia, construyendo modos de interactuar que sentarán las bases de sus relaciones interpersonales futuras.
Es bueno que los papás den la oportunidad de encontrarse con distintos tipos de niños facilitando su propia experiencia.
Para que crezcan sintiéndose bien consigo mismo es importante no criticar o cuestionar sus elecciones lúdicas, siempre teniendo en cuenta un marco de seguridad.
La familia y la escuela son los contextos en los que los niños crecen y se desarrollan para insertarse socialmente en un futuro. El facilitar su interacción desde niños les favorecerá una mejor inserción en la sociedad a futuro.
Hay que tener en cuenta que la sociedad en su conjunto, con sus distintos actores, influye en la formación de roles, en el modo de relacionarse socialmente. En la actualidad, los roles femeninos y masculinos son más flexibles que hace algunas décadas.
Es interesante cómo -si bien las jugueterías o los negocios de ropa continúan marcando algunos límites muy claros entre nenas y nenes- son los mismos niños que a través de sus juegos muestran que los roles sociales se flexibilizaron.
En los jardines de infantes, se observa con claridad este cambio social en las elecciones lúdicas.
Los niños suelen elegir jugar con quienes comparten su identidad de género. Sin embargo, a veces pueden sentirse muy bien con su identidad de género, pero disfrutando más de los juegos que realizan los del otro género. Otras veces no se sienten bien con su género asignado y es un modo de expresarlo.
Los adultos deben estar atentos a las manifestaciones de los niños de malestar para acompañarlos de modo que puedan crecer sintiéndose bien con quiénes son.
Como adultos, deberíamos preocuparnos frente a cualquier expresión de rigidez, por ejemplo si sólo realiza un mismo tipo de juego una y otra vez sin incorporar ninguna otra propuesta, o si sólo elige usar una misma prenda de vestir, o si sólo come un alimento; si esta elección rígida persiste en el tiempo, se mantiene sin cambios y el niño se aferra de un modo rígido a ella hay estar atentos.
Lo mismo vale para las amistades, es decir, si un niño sólo tiene un amigo y sólo juega con él y no acepta ningún otro interlocutor. Por esto, no es bueno forzar a los niños en sus amistades.
Pueden compartir juegos con nenas solamente, pero compartir la actividad en el aula con todos. Hoy en día es un foco de investigación todos los temas vinculados con Género y Familia como la fluidez o diversidad sexual.
Resulta muy importante considerar que hasta no hace poco tiempo los niños y niñas que no cumplieran con las expectativas de la tipificación varón- mujer también eran estigmatizados y maltratados.
Actualmente, en el marco del reconocimiento de las identidades diversas y la igualdad de derechos, se favorece la comprensión de la diversidad sexual y el desarrollo de sociedades plurales e inclusivas.
(*) La columnista Edith Vega -foto- es doctora en psicología (MN 14363) de la Fundación Hospitalaria, Cramer 4601 (CABA), teléfono: (011) 4704-2300; y Fundación Aigle.
El artículo contó con la colaboración de la licenciada Paula Pevre, quien se desempeña también en la Fundación Aigle (11-4781-3897/4784-3563).
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