De los cinco sentidos del ser humano (audición, visión, tacto, gusto y olfato), la primera de ellas es la encargada por excelencia de brindar al niño la posibilidad de adquisición de habla y lenguaje verbal.
La audición incidirá en menor o mayor grado en un mejor desarrollo emocional, neurocognitivo y lingüístico del niño.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), aproximadamente 360 millones de personas, 5 % de la población, padece de alguna deficiencia auditiva, de los cuales 32 millones son chicos.
En la Argentina, 3 de cada 1000 neonatos, recién nacidos, presentan prevalencia de la hipoacusia.
La pérdida auditiva leve o moderada durante los primeros años de un niño resulta sumamente insidiosa y plantea grandes desafíos, ya que se halla en un período crítico, en pleno proceso de adquisición de las habilidades del lenguaje y paralelo al desarrollo neurológico.
Por ello, la prevención pasa a tener un rol verdaderamente importante, pues desde su intervención intentará minimizar las secuelas de la hipoacusia para maximizar el potencial de cada individuo afectado en pos de su mejor desarrollo emocional, neurocognitivo y psíquico.
La prevención primaria actúa antes de que se produzca la alteración y puede evitar la mitad de los casos de sordera y déficit en la audición. La clave consiste en ir a la búsqueda de reducción de los factores de riesgo.
Ello se logra:
• Respetando las campañas de vacunación
• Teniendo en cuenta cuidados básicos en la higiene y alimentación.
• Evitando los posibles daños auditivos irreversibles que se pueden llegar a generar por la exposición al ruido.
Conviene destacar que existen iniciativas de detección en neonatos. Dentro del marco de las políticas públicas, el Estado Nacional creó en 2001 el Programa Nacional de Detección Temprana y Atención de la Hipoacusia, cuyo objetivo se dirige al diagnóstico desde el nacimiento y su debida intervención. Bajo las normativas de dicho acción, se realiza el control auditivo a todo recién nacido antes del alta hospitalaria.
También se encuentran disponibles programas de detección en las etapas Preescolar y Escolar, durante los primeros dos años.
La prevención secundaria, que interviene una vez producida la lesión. Si efectúa en forma temprana, actuará antes de que se produzcan efectos secundarios.
La prevención terciaria apunta a definir las medidas que se aplicarán para recuperar y rehabilitar las secuelas ya instaladas.
Cuando en un niño se ha detectado e identificado el tipo y grado de pérdida auditiva, y habiéndose descartado o tratado procesos de oído medio ya sea por vía medicamentosa o quirúrgica, es de relevante importancia la intervención terapéutica inmediata con equipamiento protésico (audífonos), o implantes cocleares de ser necesario y terapia de habilitación/rehabilitación auditiva y del lenguaje.
La selección de audífonos debe ser llevada a cabo por audiólogos especializados en equipamiento protésico pediátrico.
El profesional debe contar con la formación, experiencia y aparatología necesaria para garantizar al niño una amplificación adecuada para su pérdida auditiva.
Asimismo, el seguimiento deberá hacerse periódicamente con pruebas conductuales, audiométricas, y con un analizador el que permitirá observar el correcto funcionamiento de los audífonos y efectuar la verificación computarizada en oído real.
El país dispone de una normativa atenta a la detección temprana de la discapacidad auditiva y de centros de tratamiento con aparatología de avanzada y profesionales en grado de garantizar el mejor desarrollo emocional, neurocognitivo y psíquico de los niños.
Para los papás, tomar conciencia es el primer paso en la solución de este tipo de problemas.
(*) La columnista -fotos- es licenciada en Fonoaudiología, presidente y fundadora de FANDA (Fundación de Ayuda al Niño con Discapacidad Auditiva), Virrey Arredondo 3171, ciudad de Buenos Aires
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