Roberto Quieto, uno de los máximos líderes de la guerrilla setentista en la Argentina, pasó a la historia rodeado de enigmas y, peor aún, del estigma de la traición, a pesar de haber sido, en vida, un combatiente admirado por sus compañeros y sus enemigos.
Era hora de que una investigación, en este caso lo que encaró con singular esmero y valentía la periodista Alejandra Vignollés, desentrañara quién fue este dirigente de las FAR que pasó de ser uno de los jefes más respetados de Montoneros a convertirse, en el final de sus días en manos de militares, en un condenado a muerte en ausencia (por lo tanto, sin poder ejercer defensa alguna) por la organización armada que comandaba el polémico Mario Eduardo Firmenich.
Con una interesante documentación fotográfica -que refleja, incluso, la vida íntima de Quieto-, la autora comienza con una inusual postal, a comienzos de 1976, meses antes del sangriento golpe, que describe una reunión a bordo de un Falcon entre un emisario de Montoneros y un general del ejército, en la cual se habla del ya cautivo protagonista del relato.
Vignollés repasa la trayectoria de RQ como adolescente en San Nicolás (Buenos Aires), donde compartió salidas y encuentros con Enrique Gorriarán Merlo (futuro hombre fuerte del ERP) o la jueza federal María Romilda Servini de Cubría. Un hallazgo.
La tensión entre las actividades clandestinas y violentas de Quieto y su mujer e hijos aparece como una constante en este volumen, que expone a un revolucionario humano y vulnerable, no obstante su decisiva participación en acontecimientos clave de aquella década: la fuga de Rawson, el asesinato de Rucci o el secuestro de los hermanos Born.
Por cierto, los tramos sobresalientes son los que abordan la última -y dramática- captura (ya había sido detenido y liberado varias veces) de Quieto por parte de las fuerzas de seguridad, en una playa del norte del gran Buenos Aires donde compartía un día al aire libre junto a seres queridos.
Desaparecido durante el agonizante mandato de la viuda de Perón -con las fuerzas armadas virtualmente al mando del país-, Firmenich y compañía lo juzgaron y sentenciaron a muerte por presuntas delaciones ante los torturadores.
La escritora devela aquí las serias disidencias previas entre ambos caudillos guerrilleros, al mismo tiempo que pone en evidencia que la condena de Montoneros por la supuesta traición de Quieto carecería de fundamentos, lo cual desnuda otro costado siniestro de la conducción de Firmenich y sus socios.
Doble condena. La verdadera historia de Roberto Quieto (Sudamericana) es una obra necesaria, que alguien debía narrar y publicar.
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