jueves, 2 de junio de 2011

Alemanes en la Argentina evoca la influencia germana desde jesuitas, así como la vil protección a nazis

Alemanes en la Argentina es un libro imprescindible para los descendientes de esa colectividad -nuestro país se ubica cuarto en el ranking según la cantidad, detrás de Estados Unidos, Canadá y Brasil-, pero también resulta muy atractivo a los ojos de quienes se interesan por la historia y, en particular, las migraciones que formaron esta nación, verdadero crisol de razas, de acuerdo con la remanida -si bien certera- frase.

El autor, el prolífico Alberto Sarramone (ya conocido por otras obras sobre las influencias de franceses, vascos y extranjeros en general en el perfil de los argentinos), se explaya -como corresponde- en los refugiados judíos y en los jerarcas nazis que escaparon de la Justicia rumbo al cono sur.

No olvida deja de repasar la llegada de germanos, cuya capacidad había sido motivo de elogio de Domingo Faustino Sarmiento en Facundo (1845), desde la conquista española con el historiador Ulrico Schmidl y los jesuitas.

Hubo alemanes en las luchas de la Independencia, por caso el barón Von Holmberg -quien peleó junto a Manuel Belgrano-. Y hasta el primer gobernador de las Islas Malvinas, de origen francés pero nacido en Hamburgo, Luis Vernet, figura en esa primeras listas de notables inmigrantes.

El historiador revela detalles sobre las colonias, desde la prueba piloto de Rivadavia en Chacarita (1825), pasando por las experiencias posteriores a la caída de Rosas: en Esperanza (Santa Fe), Baradero (Buenos Aires), Villa General Belgrano (Córdoba) y El Dorado (Misiones), hasta los asentamientos en Entre Ríos, Chaco, San Luis, San Juan, Formosa, Corrientes y la Patagonia.

Además de analizar la influencia comercial, agropecuaria, cultural, religiosa, política, científica y arquitectónica -por mencionar algunos aspectos-, Alemanes en la Argentina profundiza en las polémicas relaciones bilaterales antes, durante y después de la caída de Hitler.

Debe subrayarse el muy interesante apéndice con el significado de los apellidos alemanes.

Se entiende que, a lo largo de 360 páginas, no se pueden agotar todos los temas. Pero hubiera sido valioso que el autor dedicara algunas líneas a los antecesores de Reutemann o Kirchner. O que recordara a Werner Goldshmidt, el jurista que fundó la teoría trialista del Derecho.

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