¿Una agrupación insurgente marxista-leninista integrada por visitadores médicos? ¿Una organización armada capaz de secuestrar a un diplomático paraguayo de bajísimo rango e interés, e inspirar a un novelista de la talla de Graham Greene?
Aunque resulte inverosímil, esas características corresponden a las FAL, una de las siglas más relegadas en la historia de la rebelión izquierdista en la Argentina.
Opacadas por la espectacularidad de Montoneros y ERP, y hasta de las FAR (de orientación peronista como los primeros, a los cuales se unió), el periodista Ariel Hendler se propone, y con gran acierto, rescatar del olvido a las Fuerzas Argentina de Liberación con el libro La guerrilla invisible, que acaba de editar Vergara.
En la línea setentista, el autor tiene, a priori, el mérito de haber elegido un terreno casi inexplorado por otros colegas, deslumbrados por acontecimientos puntuales como la masacre de Rawson, el secuestro y asesinato de Aramburu, Ezeiza o el frustrado copamiento de Viejo Bueno, o por los grandes sellos terroristas ya mencionados.
Con esfuerzo, ya que no sobraban antecedentes documentales y testimoniales (FAL se caracterizó por las células compartimentadas), Hendler reconstruyó el devenir trágico de la primera organización guerrillera urbana del país, que estrenó, lamentablemente, la categoría detenido-desaparecido de la lucha por la fuerza contra la dictadura: Alejandro Baldú, en 1970.
Un dato interesante de las FAL, según se desprende de La guerrilla invisible, es que siempre priorizaron la vida, incluso la de sus presuntos enemigos, a la hora de planificar y realizar los operativos, fueran para hacer propaganda, recaudar fondos o robar armamento.
Con interesantes relatos en primera persona -a modo de cierre de varios capítulos-, y el hallazgo de rearmar el rompecabezas de las Fuerzas Argentinas de Liberación, Ariel Hendler hace un valioso aporte a la historia reciente.
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