No se puede comprender la política nacional sin reparar en una circunstancia reiterada, y siniestra si se quiere: las confabulaciones. Ese es el eje del último libro del profesor e historiador Luis Fernando Beraza, quien ya publicara una elogiada biografía sobre el sindicalista José Ignacio Rucci (2007) y Nacionalistas -un exhaustivo y complejo trabajo de investigación-.
Grandes conspiraciones de la Historia argentina no se limita a una simple enumeración de acontecimientos unidos por una misma metodología que, al decir de Beraza, también llegó de los barcos como la mayoría de nuestros ancestros. Alejado del simplismo de ciertos historiadores contemporáneos que se inclinan, a menudo, por reducir los acontecimientos a pintorescas anécdotas, la obra de Beraza realiza un análisis profundo y atrapante de los hechos sobresalientes, los que marcaron a sangre y fuego el sino trágico del país, dividido entre clases altas y medias vs. los sectores populares según el autor, desde la conspiración de los orilleros en 1811 al golpe de 1976.
En el repaso, no escasean asesinatos, putchs, intentos de magnicidio o de secuestro, bombardeos, batallas, grupos parapoliciales, fraude y logias.
Los protagonistas principales se reiteran: militares, políticos, hombres de negocios y clérigos sin demasiados escrúpulos.
No exento de polémicas, el libro traza una comparación entre el doble comando que se atribuye a Cristina Fernández de Kirchner-Néstor Kirchner con lo que sucedía con Evita y Perón a fines de los 40 y, sobre todo, comienzos de la década siguiente. También se atreve, en el epílogo, a coincidir con los K en que los tanques fueron reemplazados, en esta época, por piquetes civiles y los grandes medios de comunicación. Pero las confabulaciones se mantienen al acecho.
Grandes conspiraciones de la Historia argentina, editado por Vergara (Grupo Zeta/Ediciones B), es una muy interesante propuesta para abordar un costado intrigante y, a la vez, doloroso de nuestra vida como Nación. Ideal para comenzar a leer en la semana que se recuerda el 24 de marzo de 1976. Y necesario para comprender por qué sucedió y por qué no debe repetirse más.
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