Mauricio Macri empezó a vivir los días más trascendentes para su futuro político. Hoy, reapareció en la ciudad de Buenos Aires en tren de campaña, después de semanas de recorridas por el interior del país, en apariencia, decidido a lanzarse a la carrera presidencial de 2007 y desafiar la continuidad K. ¿Mantendrá el plan de vuelo?
El regreso a la ciudad fue en un entorno propicio, las adyacencias del club que preside desde hace más de una década, Boca Juniors. Pero hay fantasmas dando vueltas: lo hizo, seguro, inquieto por las encuestas que –aunque siempre sospechosas y poco fiables (máxime, a un año de las elecciones)- marcan escasas posibilidades en la gran liga nacional y contratiempos en una eventual nominación a la jefatura de gobierno porteño, silla por la que ya compitió, y con resultado adverso frente a Aníbal Ibarra, en 2003.
Macri enfrenta un dilema. En junio, en un post de El Informatorio, sugeríamos que le convenía repetir la candidatura en la ciudad de Buenos Aires, antes que intentar la hazaña de medir fuerzas con Néstor Kirchner o la primera dama Cristina Fernández. Hoy, insistimos con el mismo criterio, si bien –como ya decíamos en ese entonces- nadie puede garantizarle una victoria en el distrito.
En los 4 meses que transcurrieron de aquel artículo el líder de Pro descuidó su perfil porteño y cedió terreno a sus potenciales adversarios. Y lo que es peor no se dedicó en este tiempo a tratar de revertir el rechazo que genera en cierto sector de la sociedad –¿una misión imposible?-, que lo asocia con vicios menemistas y la connivencia entre poder político y empresarios inescrupulosos que acostumbran hacer negocios con dinero público. El estigma es fuerte.
Entonces, hoy, sin haberse instalado a nivel nacional y todavía indeciso sobre sus próximos pasos –al menos a ojos de los electores-, se encuentra con encuestas que siembran la sensación de que el macrismo sólo puede disputar la ciudad con el propio Mauricio en la lid (su eventual "muletto", Horacio Rodríguez Larreta, ni siquiera está en condiciones de iniciar el carreteo previo al lanzamiento), y, en el mejor de los casos, le auguran cierta ventaja en la primera vuelta. Una derrota casi garantizada –afirman los sondeos publicados- lo aguarda en el ballotage.
Daniel Scioli, que se siente el hombre K para la ciudad, se posiciona frente a las cámaras como favorito, mientras Jorge Telerman –sucesor de Ibarra en el Ejecutivo local- intenta afianzarse en la gestión y catapultarse hacia una nueva elección.
Los márgenes para Macri se achican, y Capital Federal aparece como la opción más conveniente, a pesar de algunas amenazas. ¿Por qué no dejar que Roberto Lavagna sea quien se inmole frente a los imbatibles Kirchner en el altar electoral del octubre que viene?
Además de los sondeos, no lo ayuda al titular de Boca que el "capo" de la barra brava del club, Rafael Di Zeo, haya aparecido como "leit motiv" de una disputa judicial sobre la violencia en los estadios de fútbol. Por supuesto, el oficialismo K y sus aliados no son ajenos a la conflictiva relación entre vándalos y política.
Pero el eje Macri-Boca-Di Zeo puede convertirse en un argumento de campaña difícil de sobrellevar. Y es, sin duda, una acechanza riesgosa.
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