sábado, 23 de septiembre de 2006

Medios & Política: Página 12 despide casi con ternura al terrorista Gorriarán Merlo

Una frase incomprensible, la que Susana Viau, le dedica a la muerte de Enrique Gorriarán Merlo, en la necrológica titulada "La vida a sangre y fuego".

"Eso sí, nadie podrá decir que no ha sido prematura: tenía 64 años y era uno de los últimos mohicanos de la dirección del PRT-ERP, la guerrilla marxista más importante de los años ’70", afirma la periodista.

Es cierto que se habrán publicado otras reseñas más polémicas, casi apologéticas, pero ésta proviene de un diario que -si bien de izquierda- se presume de serio en la Argentina.

Que un guerrillero, autor material e intelectual de deleznables atentados, secuestros, asesinatos, etcétera, en el país y el extranjero (por caso, la voladura del ex dictador nicaragüense Anastacio Somoza, en Paraguay), haya vivido 64 años, no parece poco.

Salvo que, como tantos líderes terroristas (y, por qué no, análogos generales de ejércitos regulares), la mayoría de las veces el pellejo que se hubiera puesto en verdadero peligro de muerte hubiera sido el de los demás, sobre todo el de los jóvenes e inexpertos.

Gorriarán, a diferencia del montonero Mario Firmenich y otros colegas sanguinarios, tuvo el raro privilegio de haber llevado seguidores argentinos a una masacre garantizada en los setenta, con el Ejercito Revolucionario del Pueblo, de extracción trotskista, y también en la década siguiente. Aunque, por suerte, en este último caso en una escala muy inferior.

El fallido intento de copamiento del regimiento de La Tablada, en el verano de 1989, encontró al cerebro de esta sangrienta e inútil farsa, el propio EGM, a varias cuadras de distancia, a buen recaudo de balas y riesgo de cualquier tipo.

¿Diría lo mismo Viau si algún represor muriera a la misma edad, o más temprano, que el otrora cabecilla del ERP? ¿No se arrepentirá de haber escrito una crónica con testimonios, aún de los presuntos críticos y ex camaradas de Gorriarán, tan complaciente hacia un verdadero criminal, "gran amigo, familiero, sin dobleces", tal cual lo describe el médico Roberto “el Turco” Habichayn?

¿Qué diría al respecto Mario Santucho, ex jefe de EGM, quien falleció en su ley, a los tiros y, muy probablemente, víctima de una traición de compañeros de armas?

Videla -el ex dictador- no es un pobre abuelito, tampoco lo era Gorriarán. Aunque se haya muerto primero.

Marcelo Mendieta (http://elinformatorio.blogspot.com/)

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