Después del 6-0 con Serbia y Montenegro, sólo podría decirse que la selección Argentina decepcionó en su encuentro con Holanda. Pero la conclusión sería superficial, apurada. Es cierto que, por momentos, fue un cotejo aburrido, sin demasiadas ambiciones -en apariencia- de los rivales. Ambos estaban clasificados de antemano para la segunda fase y no es poca cosa: en el Mundial anterior, la albiceleste no pasó de la ronda inicial y los naranjas ni siquiera clasificaron para tomar el avión a Corea-Japón.
A esta actitud conservadora se suman los cambios que introdujeron los técnicos. Y aquí merecerían hacerse consideraciones, al menos, del lado que nos interesa, el argentino.
Como pedía gran parte de la afición nacional, Lionel Messi y Carlos Tévez jugaron de entrada. Lo que sucedió en el campo, más allá de que Holanda no puede compararse con serbios y montenegrinos, demuestra que José Pekerman no se equivocó al nominar a la dupla Saviola-Crespo en la delantera.
Sin demérito de las dos estrellas que la reemplazaron, está claro quiénes son titulares. Y Pekerman tuvo razones al elegirlos.
El de ayer fue un clásico típico de las Copas del Mundo, el primero que se jugó en Alemania 2006. Ahora, a partir de octavos, será el turno de otros enfrentamientos entre potencias y ya no habrá espacio para buscar la paridad, propia de cuando no hay nada para ganar en especial, escatimar o practicar el amarretismo futbolístico.
El 6-0 de Argentina-Serbia-Montenegro tampoco fue un resultado habitual, según el parámetro de los últimos mundiales, caracterizados por el equilibrio entre los competidores. Pero sirvió para entonar a los hinchas y al equipo.
La confrontación con Holanda aplaca la exaltación y deja espacio para el entusiasmo, con mesura. Delante viene lo peor o lo mejor, según como se mire.
El O-O con el combinado que dirige Marco Van Basten permitió, además, sacar algunas enseñanzas:
habrá que aceptar al dúo Saviola-Crespo, valorar la irrupción destacadísima de Maxi Rodríguez y la solidez de la defensa -incluso de los sustitutos, encabezados por Gabriel Milito, que ingresó por su tocayo Heinze-, la seguridad que otorga "El Pato" Abbodanzieri, las intermitencias de un medio campo que todavía no encontró su punto justo, pero que no desentona, y la dirección técnica de Pekerman & Cía.
Y, por supuesto, tener en cuenta que hay recambio más allá de Messi y Tévez, sobre todo con este último que exhibió su empuje y talento aunque no pudo gritar gol en la noche de Frankfurt.
El sábado espera México con un técnico coterráneo, La Volpe, curiosamente suplente del seleccionado argentino en Alemania 74.
Aun cuando el rival parezca accesible, habrá que agregar, al talento y a las ganas de jugar, más garra y fortaleza física y espiritual. Algo imprescindible para el tramo que resta. Lo que muchos llaman el verdadero campeonato del mundo, etapa que el seleccionado nacional no experimentaba desde 1998. Ojalá, esta vez lleguemos más lejos. El equipo de José tiene recursos y está haciendo méritos.
Marcelo Mendieta
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