Pero, ¿dónde está el logro? ¿No es que la prensa debe ser implacable con el poder de turno? Bueno, no pequemos de cándidos, y menos los que vivimos en este país. Si la "objetividad periodística" es un mito, menos creíble resulta pensar que los medios de comunicación no se vean tentados de caer seducidos por fondos públicos y, en consecuencia, de ser amantes culposos -cada día se nota menos- del gobernante en funciones. Más cuando la publicidad puede llegar a escasear (sucedió con la crisis 2001-2002) y el Estado garantiza la supervivencia financiera de la empresa. No hablamos de periodismo, claro.
Polémico y no siempre elogiable en sus conductas y emprendimientos (no somos panegiristas y otro día, si cabe, hablaremos de sus falencias), Fontevecchia, quizá, descubrió también -y éste, obviamente, sería un mérito de hombre de negocios-, que puede resultar rentable ejercer la oposición periodística en un paisaje en el que abunda, y abundó -porque estamos hablando de una actitud bastante coherente desde 1989 a la fecha-, la complacencia, matizada con alguna dosis de crítica que camufla -en la mayoría de los casos- operaciones de prensa. Ojo, no estamos diciendo que Fontevecchia es el único empresario periodístico bueno. Simplemente, estamos marcando cierta continuidad en el papel de censor de Menem y K, que no muchos colegas de JF pueden exhibir desde una posición masiva.
¿Qué podríamos señalar de Clarín, que recibió Canal 13 de manos del riojano y beneficios surtidos con Eduardo Duhalde -ley de bienes culturales, por caso-, y que conviven con los poderes Ejecutivos sucesivos, vía Papel Prensa desde la dictadura? No entremos en detalles...
De Página 12, podrá rescatarse su papel severo anti-Menem, pero ¿no había operaciones de prensa en el medio que atacaban a unos y amparaban con el silencio a otras parcelas del menemismo? Queda el beneficio de la duda. Desde 2003, la connivencia del matutino con el santacruceño no deja lugar a desmentidas. Horacio Verbitsky es el caso más notable.
De La Prensa, mejor no hablar. Sólo queda la nostalgia por lo que ya no es: el diario más serio del país. De Crónica tampoco se puede decir demasiado. Una lástima que Héctor Ricardo García haya tenido que penar como lo hizo, aún cuando incumplir con el fisco no sea ejemplar ni mucho menos. Igual, salvo que uno sea especialista, los impuestos no suele ser el punto fuerte de los periodistas. Para eso, están los contadores. Los que le fallaron a HRG. O él no les dio pelota.
Además, la bajada de línea política nunca estuve muy presente en Crónica. Al menos de manera directa.
Ambito Financiero, en el que tuve el honor de trabajar, merece ser reconocido por marcarle a Kirchner sus zonas erróneas. Pero, a menudo, le cuesta. Con respecto a Menem, la amistad de Julio Ramos con el ex mandatario, aún cuando no haya garantizado indemnidad en el diario, exime de cualquier comentario. Ya advertí de la ficción "objetividad periodística", así que no puedo hablar con suficiente distancia de Ambito y su relación con el poder. Vale el reconocimiento a la valentía de Ramos en su vida personal, su esfuerzo y dedicación cotidianos en el medio que dirige, y su talento para haber llevado adelante un proyecto exitoso durante 3 décadas. No es poco.
Al Cronista no lo mensuro. Cambió de manos (lo maneja el grupo español Recoletos) de la época de Menem a la actual. En los 90, se manejó con mucha cercanía a la Casa Rosada. Demasiada, si se quiere. Obra y gracia de Eduardo Eurnekián.
Infobae no existía en tiempos de CM, pero sí radio 10, la piedra fundamental del multimedios Hadad que nació al amparo de un arrullo con tonada riojana. Hoy, el diario de DH -en realidad, el portal de internet que es lo que vale- funciona como promotor del kirchnerismo & friends, como antes la emisora líder de la Argentina defendía a Menem. Dale gas al que venga.
De los medios nacionales, nos queda La Nación. Podría decirse que es el caso que más se puede asemejar al de Fontevecchia. Pero la imagen in mente de Joaquín Morales Solá subiendo al helicóptero presidencial para pasar de ser su máximo fiscal con pluma a su taquígrafo aéreo, desmorona cualquier argumentación elogiosa en marcha.
Y a esa crónica de la Secretaría de Información Pública, del domingo 26 de febrero de 2006, queríamos llegar. En el pasaje que Morales Solá alude a Jorge Fontevecchia sin nombrarlo: "Hace una aclaración -se refiere JMS al pensamiento vivo de K-: sí tiene una cuestión personal contra un periodista, porque siente que lo calumnia. Lo nombra. No pertenece a la prensa gráfica diaria ni a los medios audiovisuales."
Allí se encuentran hermanados Kirchner y Menem, mal que les pese a ambos: Fontevecchia.
Puedo narrar un episodio que termina de cerrar el círculo. En 1993, mientras trabajaba en la revista Caras (*), me tocó vivir un episodio similar al que relata Morales Solá (la única coincidencia entre ambos, seguramente). Iba a hacerle una entrevista, por supuesto complaciente -como era y es el estilo de la publicación- al entonces primer mandatario en la quinta de Olivos, con gran despliegue fotográfico, el mismo día en que Noticias -todavía salía los domingos- publicaba en su tapa: "Gana u$s 5000, se compró una casa de u$s 1 millón", en alusión a la mansión que había adquirido Eduardo Menem.
Fontevecchia, como ahora, editaba ambas revistas. En Caras, explotaba la debilidad menemista por la figuración y la vanidad. Era una forma sutil de desenmascararlos. Hasta que los políticos -cayeron en la cuenta- dejaron de mostrar sus casas en el semanario. Por otro lado, Noticias ejercía su papel sin ambigüedades.
Esa mañana destemplada (en varios aspectos), Menem estaba visiblemente furioso, esperándonos a la editora que me acompañaba -Liliana Castaño- y al fotógrafo -Luis Romero-, en la puerta del chalet presidencial. Después de los saludos estalló: "El director de la revista en la que Ustedes trabajan es un delincuente homosexual", mientras evocaba la tapa de Noticias que los canillitas voceaban en la esquina de Villate y avenida del Libertador, a pocos metros del enardecido riojano.
Nos quedamos petrificados. Y, por supuesto, pensé que la nota -que me había gestionado el desaparecido periodista Pedro Olgo Ochoa, un asiduo de la quinta- había fracasado. Sin salir del asombro, escuché unas palabras mágicas de boca de la editora de Caras: "Señor presidente, nuestra revista es la revista de la reelección". El rostro de Menem se distendió y, finalmente, hubo nota y gran despliegue.
Fontevecchia tiene dos extraños méritos, y tienen nombre y apellido: Carlos Menem y Néstor Kirchner. Lo que la foto no pudo unir, lo hizo el editor de Perfil. Ojalá, nos dure ese Fontevecchia. Porque hoy lo suyo es meritorio. Aunque nos dé vergüenza admitirlo: esta clase de actitudes escasean en la Argentina.
Marcelo Mendieta
(*) Me descubrieron: tampoco puedo ser "objetivo" con JF.
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